Iba a hacer un hilo, pero creo que será mejor que lo deje y arme este artículo, porque iba a quedar larguísimo.
¿Recordáis este tuit? El muy cobarde lo ha borrado, pero da igual. Me sirve para comenzar un artículo: desmentiré aquí esa afirmación de que las vacunas siguen un principio homeopático, el similia similibus curantur, esto es, lo similar cura lo similar. A ver si de una puñetera vez vamos desterrando dicha afirmación y podemos dejar de llevarnos las manos a la cabeza cuando alguien la esgrime como si fuera evidencia de algo.
Aclaremos las cosas...
Yo entiendo que hay cosas de las que hay que partir y tener una base. Porque si no, se acaba teniendo que borrar un tuit como el de arriba al darte cuenta de que has dicho una gilipollez. Y no, taparla con "era un juego para demostrar que Twitter sólo sirve para insultar" no cuela. Por mucho que tú creas que sí.
Así que vamos a empezar por unos conceptos básicos.
Similia similibus curantur... ¿qué es?
El similia similibus curantur, también conocido como principio de los similares, es uno de los principios enunciados por Samuel Hahnemann en el momento de inventarse la homeopatía, viene a decir que si una sustancia X provoca los síntomas A, B y C en una persona sana esa misma sustancia X curará los síntomas A, B y C en una persona que padezca una enfermedad que curse con dichos síntomas.
Un ejemplo: en una persona sana, la quinina produce fiebre, escalofríos y sudoración. Estos síntomas son muy comunes en la malaria. Y la quinina tiene efectos antimaláricos, es verdad, porque potencia la formación de un grupo químico citotóxico para el Plasmodium, el parásito que produce la malaria. Así, a Hahnemann se le ocurrió que lo que causa los síntomas en una persona sana, los curará en una persona enferma. Esto, en una época en la que los médicos no tenían nada de científicos y mataban a más pacientes que salvaban, fue una revolución, claro. Mucho más cuando no se disponía del conocimiento y tecnología actuales. Hoy sabemos todo esto, pero en 1776, esto era "ciencia ficción", claro. ¿Me habéis seguido hasta aquí? Bien.
En resumen, el similia similibus curantur de la homeopatía surge porque la quinina en unas dosis cura la malaria y en otras provoca cinchonismo: fiebre, escalofríos, sudores… e incluso la muerte. Muy parecido a la malaria, sí, pero por causas distintas. Vamos, que a Hahnemann le vino Dios a ver (sería de tanto golpear Biblias) con la quinina y la malaria para inventarse la homeopatía. Tuvo la suerte de que tanto la malaria como el cinchonismo tuvieran síntomas muy parecidos.
Vacunas: aclaraciones rápidas.
Las vacunas funcionan, esto es así. |
Las vacunas NO curan. OJO: no confundir con las vacunas NO funcionan. He dicho que no curan. Pero funcionar, funcionan. Y es que las vacunas no son medicamentos al uso. No se suelen administrar una vez se tiene la enfermedad para eliminarla, no. Sino que se administran antes de contraerla para no tener que padecerla si se presenta la enfermedad.
Y añadiremos al cóctel otra premisa: las vacunas, propiamente dichas, se enfocan a la prevención de enfermedades infectocontagiosas. Hablar de la vacuna contra el Alzheimer, por ejemplo, no tendría sentido. Y tampoco en el caso de un cáncer que no tenga un agente infeccioso como causa (como es el caso del cáncer de cuello de útero, que sí lo tiene). Aunque, por extensión, se usa el término vacuna cuando un medicamento se utiliza para lanzar al sistema inmunitario frente a un elemento patogénico.
Si tenemos esto claro, pasemos a la siguiente fase: ¿cómo funciona una vacuna?
Espera, cenutrio, no corras, que eso ya lo has explicado
Es cierto, ya lo he hecho. Pero creo que no ha quedado lo suficientemente claro, porque sigue habiendo dudas. Así que, antes de seguir y mandaros a revisar los posts anteriores en los que expliqué en qué consiste la inmunidad adquirida y qué estrategias seguimos para inducirla, vamos a hacer un breve resumen.
La inmunidad adquirida es toda aquella inmunidad con la que no nacemos, esto es, la que vamos desarrollando durante nuestra vida según nuestro sistema inmunitario se va encontrando con distintas sustancias, muchas de ellas capaces de causarnos un daño que, en ocasiones, es grave e incluso letal. Se distingue de la inmunidad innata en su especificidad. ¿Qué quiere decir esto? Que la inmunidad innata se activa frente a cualquier patógeno mientras que la inmunidad adquirida se activa frente a patógenos concretos.
Y para activar dicha inmunidad, ¿qué necesitamos? Pues, como ya os he explicado antes, necesitamos trocitos de aquello frente a lo que queremos inmunizarnos, trocitos de aquello frente a lo que queremos que se active nuestro sistema inmunitario y lo ataque y acabe con ello antes de que nos produzca un problema. Pero pongamos un simil que se va a entender, espero, muy bien.
Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Un club tan exclusivo que, para entrar, hay que ser algo que no existe. Fuente. |
Imaginemos que nuestro organismo es un club muy exclusivo, uno al que para acceder hay que mostrar un carné, conocer una contraseña y pasar un control biométrico o si no te darán una paliza por intentar conocer los secretos de una organización tan antigua como la propia civilización (luego son un gorro y un bastón, pero hay que mantener la magia). En cada uno de los puntos de acceso tenemos unos cuantos vigilantes que cotejan el carné del club con el DNI, te piden la contraseña y comprueban que hagas el control biométrico en condiciones para que no puedas puentearlo. Estos porteros de discoteca, unos señores con más apertura de ala que un croissant, son las células de nuestro sistema inmunitario innato, capaces de distinguir entre lo propio y lo ajeno. Si pasas todos los controles, sé bienvenido, disfruta de nuestro gorro y nuestro bastón ancestrales.
Fotograma de la película Mentiras Arriesgadas. En la escena, el "doctor" tiene toda la intención de "presentar los antígenos" del personaje de Arnold Schwarzenegger. Fuente. |
Pero si no pasas los controles, es que eres un invasor. Y no podemos permitir que reveles al mundo que toda nuestra magia se basa en un sombrero raro y un palo tallado, claro... así que te van a llevar a un aparte, te van a quitar tu carné falso, te van a arrancar la lengua y los ojos y se los van a enseñar a otros señores. Estos tienen muchos menos músculos, pero tienen cara de zorro, van vestidos con batas blancas y, al contrario de lo que esto pueda sugerir, tu salud les importa muy poco. Este proceso, en el contexto de nuestro sistema inmunitario, se denomina presentación de antígenos. Luego, el señor de la bata y la cara de zorro, dará instrucciones para que te conviertan en una pulpa sanguinolenta y así asegurarse de que tú no vas a volver a pasar por allí nunca.
Esos señores, tanto los porteros como los coleguitas de blanco, ya estarán sobre aviso si vuelven a ver a alguien que tenga un carné parecido al tuyo, una lengua similar a la tuya y unos ojos similares a los tuyos. Y no creas que habrá sólo un señor que se encargue de cada cosa: habrá muchos señores y cada uno se fijará en un detallito distinto: una pequeña mancha en el carné, un defecto en una papila gustativa, un cilio distinto en la membrana de las células de tu retina... cosillas... Pero que les servirá para identificar a la gente como tú que intente invadir el club sin permiso. Estas son las células memoria. Que, por mucho que se llamen así, las pobres no recordarán nada más que ese detallito. Y entrarán en letargo hasta que ese detallito vuelva a aparecer, momento en el cual volverán de forma súbita, repentina y violenta a su actividad y no tendrás escapatoria.
Bien, pues una vacuna consiste en enseñar a estos señores tan simpáticos dichos detallitos ANTES (así, bien remarcado) de que alguien se presente en la puerta del club y pase los controles de tapadillo formando una zapatiesta.
¿Las vacunas siguen un principio homeopático?
Pues... no.
Si me habéis seguido hasta aquí, veréis que no cabe siquiera la confusión de los términos. ¿Por qué?
En primer lugar, porque, como decíamos casi al principio, las vacunas no se aplican (o no suelen, ojo) aplicarse una vez se ha desarrollado la enfermedad. No tiene sentido. Las vacunas se basan en el proceso de presentación de antígenos, como hemos visto. Se trata de enseñar a las células de nuestro sistema inmunitario qué es lo que identifica a un patógeno y que ellas solitas aprendan a reconocerlo. Y muchas veces no hace falta enseñarles siquiera el patógeno entero, basta con un fragmento del mismo (que llamamos antígeno). De esta forma, cuando el patógeno completo entre en el organismo con aviesas intenciones (entendedlo: no tiene intencionalidad, es una forma de hablar), el sistema inmunitario ya sabrá que sus intenciones son aviesas y se lo merendará (esto sí es literal, hablad con los macrófagos si no me creéis).
¿Ocurre esto con la homeopatía?
Pues no. Imaginemos que el similia similibus curantur fuera cierto. No, cabrones, no os riáis, imaginemos que fuera cierto. ¿Funcionaría igual que las vacunas? Ni de coña. Y volvamos al ejemplo de la quinina. Si la quinina fuera capaz de curar la malaria por el similia similibus curantur, lo haría atacando la fuente de la fiebre, los escalofríos y la sudoración. Sería algo así como que la quinina "supiera" dónde provocar todos esos síntomas, localizara dichos lugares y los detuviera en plan "esto sólo tenéis que hacerlo cuando yo os lo mande". Evidentemente, el Plasmodium estaría riéndose desde su alojamiento en los eritrocitos, claro, pero Hahnemann no conocía el Plasmodium. Si lo hubiera conocido, igual nos habríamos ahorrado una brujería. Y no, tampoco los miasmas que postuló se pueden considerar agentes infecciosos, pero de eso hablaremos otro día.
Para terminar
En una cabeza en la que todos estos conceptos estén poco claros, es posible que se pueda confundir el principio de los similares con el mecanismo de acción de las vacunas. Quiero decir, para generar inmunidad frente a los distintos patógenos con los que podríamos encontrarnos, nos inyectamos fragmentos de los mismos. Que podría ser análogo a tomarse una sustancia que, en una persona sana, provoca los mismos síntomas que pretende curar en un enfermo.
Pero no nos olvidemos que la vacuna no provoca la enfermedad en una persona sana. Ni se aplica a una persona enferma. Sin embargo, si el principio de los similares funcionara (que no os riáis...), sí que provocaría los síntomas en una persona sana y sí se aplicaría a una persona enferma.
Así pues, ni siquiera si el similia similibus curantur funcionara, sería lo mismo que vacunarse. Sería todo lo contrario.
PD: de todos modos, mi amigo Fernando Frías me recuerda que es deber de todo buen homeópata rechazar las vacunas, así que difícilmente podrían seguir los principios homeopáticos.
Comentario sobre vacunas de la revista "El Criterio Médico", editada por la Sociedad Hahnemanniana Matritense, 1882. |