Un fotograma del anuncio de Ikea |
"Hola, Carlos ¿has visto esto? Me gustaría desmontarlo".
Con "esto" se refería a esto:
El vídeo viene comentado por el gestor del canal, Ikea en los Emiratos Árabes:
"Las plantas tienen sentimientos, igual que las personas. Así que, ¿qué pasará si a una planta le hacemos cumplidos y a otra la agredimos con comentarios negativos? Mira el resultado de hacer participar a estudiantes en un experimento social para concienciar sobre los efectos del acoso".
En el vídeo se aprecia cómo, al cabo de 30 días, la planta que recibió cumplidos estaba tan lozana como el primer día mientras que la verbalmente agredida estaba muerta o al menos agonizando.
Kurioso y yo estuvimos un rato de charla virtual. Le comenté que tenía pinta de ser más falso que un judas de plástico; él opinaba como yo. Salió el tema de Masaru Emoto y la cristalización del agua y tal, y le propuse repetir el experimento en mis clases, y que le informaría con los resultados. Me lo agradeció pero me dijo que tenía que escribir un artículo ese mismo día. El artículo en cuestión es este: No Ikea, las plantas no entienden el árabe. No os lo perdáis.
De cualquier manera, me propuse repetir el experimento, así que ese mismo día me dirigí a una floristería y me hice con estos ejemplares.
Día cero:
Recién compradas |
Al día siguiente presenté el vídeo en mis seis clases, lo que suma más de 150 alumnos. Lo primero que les pregunté es si reconocían el objetivo del anuncio, y muchos dieron rápidamente la respuesta adecuada: vender más muebles (hay motivos para la esperanza). Por supuesto vieron además el mensaje primario: se trata de una campaña contra el acoso escolar, lo que por aquí muchos llaman bullying. El vídeo les gustó, y la mayoría no tenía claro si era posible que las plantas reaccionaran de esa manera; algunos habían oído decir que si eres cariñoso con ellas (poniéndoles música clásica, por ejemplo) crecen bien, mientras que si las maltratas (pongamos con Heavy Metal, cómo no), se hunden en la miseria. Así que les propuse que hiciéramos el experimento de Ikea por nuestra cuenta.
A las plantas señaladas con un corazón les tenían que decir, en todas mis clases, cosas agradables. Y en un tono agradable, además, no vaya a ser que las plantas no entiendan el idioma pero capten la intencionalidad ;-). Por su parte, las plantas señaladas con la cara enfadada iban a recibir toda suerte de improperios con el tono y la gesticulación correspondientes. Me gustaría señalar la gran creatividad alcanzada por los participantes, especialmente cuando se dirigían a estas últimas. La interacción estudiantes-plantas fue de varias veces al día (entre tres y seis grupos) de lunes a viernes. A continuación, algunas imágenes captadas durante la realización del experimento.
Día dos:
Estas reciben piropos |
Y estas insultos y amenazas |
¡Qué bonitas sois! |
Día 20:
Día 30 y final:
Como veis, no se aprecian diferencias significativas entre los dos grupos de plantas. Me atrevería a concluir que las plantas son totalmente insensibles a los mensajes humanos, al menos a los verbales. Y algo me dice que la música, sea del tipo que sea, tiene el mismo efecto: ninguno.
Mal, Ikea, mal. La intención (si prescindimos de que el objetivo principal es obtener beneficios económicos) es buena, pero... pero qué puñetas, para poner más o menos lo mismo que ya puso Kurioso en el artículo citado, se lo copio:
"El experimento no es más que un intento 'buenrollista' de utilizar una idea poética y 'magufa' para luchar contra el acoso. Pero el resultado no es nada pedagógico porque el punto de partida es una falsa teoría basada en la pseudociencia: las plantas nos entienden. No se puede enseñar a un adolescente con mecanismos y ejemplos falsos. Aunque sea por una buena causa".
Salud y pensamiento crítico.