jueves, 22 de marzo de 2018

Magufos sin fronteras (ni transgénicos) #La lista de la vergüenza #noticias


La decisión municipal ha librado a los niños pamplonicas de este terrible destino
La decisión municipal ha librado a los niños pamplonicas de este terrible destino | Niños transformados en zombis por comer transgénicos

Supongo que a estas alturas ya sabrán que el Ayuntamiento de Pamplona ha declarado a la ciudad "libre de transgénicos", una medida, como bien dice el "Ecologista transgénico", muy indicativa de

la profunda incultura científica del país y de nuestros políticos, más preocupados en medidas de cara a la galería y sin ningún efecto, que en medidas que realmente afectan a su municipio.

Y es que, en efecto, una declaración de este tipo no tiene ningún efecto legal, ya que ni entra dentro de las competencias municipales ni (afortunadamente) es posible llevarla a cabo.

Un tomate con genes. La declaración de Pamplona como municipio "libre de transgénicos" permitirá salvar a millones de fetos humanos, sembrados cada año para cultivar este tipo de tomate
Un tomate con genes. La declaración de Pamplona como municipio "libre de transgénicos" permitirá salvar a millones de fetos humanos, sembrados cada año para cultivar este tipo de tomate | Supuesto (pero falso) tomate transgénico

Pero esto no implica que la decisión sea totalmente inútil. De hecho, en nuestras manos está en convertirla en un auténtico servicio a la sociedad, para lo cual me permito rescatar y actualizar una vieja idea que ya planteé en 2010 a propósito de estas bobadas. Lean, lean:

Todo el mundo sabe lo que son los transgénicos: esas cosas que, si uno hace caso a los apocalípticos ecologistas, son auténticas invenciones del mismísimo Mefistófeles con las que por lo visto nos vamos a cargar el mundo mundial y parte del extranjero. Bueno, eso salvo que en vez de propaganda prefiramos buscar información (de la de verdad) para saber realmente de qué va la cosa.

Los transgénicos nos han traído realidades tan prometedoras como el arroz dorado (aunque para otros, por supuesto bien comidos y, a juzgar por el contenido del artículo, posiblemente mejor bebidos, sea también algo salido de las calderas de Pedro Botero), la verdadera contribución al cuidado del entorno de este tipo de organismos, o incluso sus múltiples usos, muchos de ellos poco conocidos o incluso insospechados. Por ejemplo; seguro que conocen esto:

Bueno, yo tampoco, pero esto seguro que sí:

Lo que no se conoce tanto es que ambos billetes (y los de denominaciones intermedias) se elaboran con algodón en buena medida de origen transgénico.

Bien. El caso es que hace ya unos años iba yo dándole vueltas a esto, y también a la moda de que municipios, provincias y hasta Comunidades Autónomas completas se declaren "zonas libres de transgénicos". Pueden ver de qué va eso, por ejemplo, en esta web de Ecologistas en Acción, organización que ya en otras ocasiones nos ha demostrado su rigor y fiabilidad. Por no hablar de su comprometidísimo pacifismo, claro.

Y entonces es cuando se me ha ocurrido la idea, que con gusto someto a su consideración.

Supongamos que montamos una ONG, pongamos "Magufos sin Fronteras", que enfocase su labor humanitaria en un doble sentido. Por un lado, para que esos municipios, provincias y Comunidades puedan mantenerse realmente "libres de transgénicos" nos ofreceríamos a recoger gratuitamente todos los billetes presentes en la zona. Hasta podríamos empezar con alguna de esas vistosas ceremonias que tanto gustan a las autoridades de toda orientación, en la que simbólicamente nos hicieran entrega del contenido de sus carteras para dar ejemplo a la ciudadanía.

Y luego destinaríamos ese dinero (que por supuesto sería un buen pico) a ayudar a los más desfavorecidos. Pero a los más, más desfavorecidos de verdad. Por ejemplo, cada vez que se produce una desgracia muchas organizaciones acuden en ayuda de los afectados, pero poca gente sabe que entre ellas se encuentran cosas como Homeópatas sin fronteras, Acupuntores sin fronteras y otra larga serie de entidades del mismo pelaje, que culminan nada menos que con la Iglesia de la Cienciología.

Así que nosotros financiaríamos a otras organizaciones humanitarias (pero de las auténticas) para que se ocupasen de que los así tratados recibieran a continuación medicamentos y tratamientos médicos, pero de los verdad.

Con lo cual, además, cumpliríamos un noble objetivo más: la distribución de riqueza, desde los más ricos y tontos hasta los más pobres que, encima, son chuleados por los vendedores de terapias de pacotilla.

¿A que es una buena idea?

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