Los piadosos afirman con rotundidad que su "benévola" deidad nos concedió allá por el primigenio Jardín del Edén el libre albedrio para poder elegir entre el bien y el mal. Y después según el docto criterio de los mediadores de lo divino de las diferentes confesiones, cada ser humano será juzgado por sus elecciones en la Tierra. Sin embargo, para cualquier observador mínimamente racional este argumento tan infantil hace aguas por todas partes.
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