Nadie puede imaginarse un ministro incapaz de saber si Mozart fue pintor o músico o si Don Quijote fue escrito por Balzac o Cervantes. Y sin embargo cuando un gobernante declara la mayor estupidez científica, cómo lo hace siempre en nombre de su sacrosanta religión, millones de adocenados iletrados asienten con placer y el resto de los mortales debemos además guardar decoroso respeto puesto que las creencias son siempre sagradas, aunque esa persona debería ser abucheada en público y ser obligada a volver a estudiar la enseñanza secundaria.