martes, 14 de junio de 2016

Ya está aquí "La ciencia en la Sombra" #Tomates con genes #noticias


Estimados lectores, es un placer compartir con vosotros el lanzamiento de mi último libro, "la ciencia en la sombra" que habla de Ciencia forense. Podéis leer el primer capítulo aquí:

Y empezamos la gira de presentación. Hoy Martes 14 de Junio estaré en el escépticos en el pub de Madrid. A las 19:30 en el Moe's Club, calle Alberto Alcócer 32, mañana en Coruña y el jueves en Gijón.

¿Cómo funciona una prueba de ADN? ¿Es infalible?¿Puede un insecto señalar al culpable de un asesinato? ¿Cómo sabe un forense a qué hora se produjo un asesinato? ¿Por qué algunos cadáveres se descomponen y otros no? ¿Cómo se identifican los cadáveres de personajes históricos?

J. M. Mulet nos sumerge, con la rigurosidad de un científico y su registro cercano y desenfadado, en la parte más oscura de la condición humana, con guantes de experto. Gracias a este libro por fin entenderás cualquiera de las técnicas que utiliza la policía científica para resolver crímenes, algunas curiosidades y los fallos más típicos que cometen las series y las películas.

"Te guste o no la ficción policíaca, la historia de cómo la ciencia se aplica a la investigación criminal, la realidad actual de la ciencia forense y cómo consigue descifrar crímenes y dar con los culpables es más apasionante que cualquier capítulo de estas series o cualquier película de tiros. Solo espero que cuando veas el próximo capítulo de CSI, Bones, Castle o cualquier película policíaca, entiendas por qué hacen lo que hacen y, sobre todo, que detectes los fallos.

Venga, ponte los guantes y coge la lámpara forense y el pincel para las huellas dactilares, porque arrancamos."

@jmmulet DOSSIER DE PRENSA

J. M. Mulet (Denia, 1973) es licenciado en química y doctor en bioquímica y biología molecular por la Universidad de Valencia, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia donde imparte una asignatura optativa llamada Biotecnología Criminal y Forense para facilitar la salida a los alumnos que quieran encauzar su carrera profesional hacia la ciencia forense o la policía científica. Mulet, en su faceta de divulgador científico, ha publicado los libros Los productos naturales ¡vaya timo!, Comer sin miedo (Premio Prismas 2014 al mejor libro de ciencia editado en castellano) y Medicina sin engaños. Además, es autor de la sección «Ciencia en la sombra» en El País Semanal, del blog Tomates con genes y tuitero compulsivo. jmmulet.naukas.com @jmmulet

LOS MUERTOS NO TIENEN GLAMUR

Este es el primer golpe que debe superar alguien que se dedica a la investigación criminal. Los muertos no tienen glamur. En las series o películas la sangre es roja brillante, los muertos son guapos, están bien peinados y en posturas dignas, pero es mentira. Lo que ven las primeras personas que llegan al lugar de un accidente o de un crimen violento no se parece a nada que hayas visto. Los cadáveres están en posturas poco estéticas y, si ya han pasado varias horas de la muerte, seguramente sus esfínteres se habrán abierto y estarán rodeados de un charco de sus propias heces y orines, un detalle que nunca verás en CSI o en Bones. Si han pasado varios días, pueden estar descompuestos, llenos de gusanos o su carne se puede haber convertido en una papilla maloliente. Si ves la foto de la autopsia de Marilyn Monroe, no hay ni rastro de la belleza que encandiló a varias generaciones, sino una cara hinchada e irreconocible. Elvis Presley murió sentado en el váter de la forma que menos se imaginaría ninguno de sus numerosos imitadores.

LA FASCINACIÓN POR EL MAL

¿Por qué los alumnos se matriculan en una asignatura como la mía? El mal nos atrae. No lo reconocemos, pero nos da morbo.

Suceden cosas difícilmente explicables si no fuera por esta fascinación por el lado oscuro del comportamiento humano. Muchos convictos de crímenes horribles y espantosos reciben ciertos de cartas de admiradores, e incluso algunos se han casado mientras cumplían su pena. Ted Bundy, uno de los peores asesinos en serie de la historia de los Estados Unidos, responsable de la muerte de al menos treinta mujeres, se casó estando en prisión con Carole Anne Boone. En España tenemos a José Rabadán, «el asesino de la katana», que a los dieciséis años mató con una espada japonesa a sus padres y a su hermana de nueve años con síndrome de Down alegando que para él era un juego. En la cárcel recibió cientos de cartas de admiradoras y empezó a salir con una. El 25 de mayo de 2000 Clara García Casado, de dieciséis años, recibió treinta y dos puñaladas a manos de dos compañeras suyas de instituto que querían emular los crímenes de Rabadán, por el que sentían admiración. Esta es otra constante de la investigación criminal, los copy-cats, los criminales que cometen crímenes imitando a otro criminal, no por disimular y atribuirle a otro las culpas, ya que en ocasiones se trata de asesinos convictos o fallecidos, sino como homenaje. También existen los que se atribuyen crímenes que no han cometido solo para llamar la atención o como muestra de su fascinación por algún criminal.

CRÍMENES DE MENTIRA: SERIES Y CINE

La ficción es un recurso para liberar nuestra fascinación por el mal. Toda historia buena tiene un malo carismático. La guerra de las galaxias no sería nada sin Darth Wader, ni Harry Potter sin Voldemort, ni El señor de los anillos sin Sauron… ni un ecologista sin Monsanto. Esto no es nuevo: ¿qué sería de las películas de vaqueros sin Lee van Cleef, Jack Palance o Lee Marvin? Incluso una mala película puede parecer buena si el malvado es suficientemente carismático. Por ejemplo, El silencio de los corderos, considerada una de las mejores obras de suspense —subgénero: películas con asesino en serie— de todos los tiempos. La historia tiene más lagunas e incongruencias que la declaración de renta de Jordi Pujol. A pesar de eso, ha quedado en la memoria de todos. A ver, ¿quién se cree que alguien puede llamar por teléfono desde una celda pulsando el botón de colgar o abrir unas esposas con un bolígrafo? Y ahora viene el despiporre: matar a dos guardas en pocos segundos, quitarle la cara a uno y ponértela encima para hacerte pasar por un herido. Lo ves en una película de karate de esas en las que están media hora volando para pegar una patada y te preguntas qué se ha fumado el guionista. No obstante, el juego de la bella y la bestia entre la joven y aparentemente frágil Clarice Starling (Jodie Foster) y el inconmensurable Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) nos atrapa desde la escena del primer encuentro entre los dos protagonistas, en la que vemos a Clarice como Eurídice descendiendo a los infiernos del pasillo de los reclusos más peligrosos para, al final, encontrarse a Hannibal quieto, tranquilo, en medio de su celda y empezar algunos de los diálogos más hipnóticos de la historia del cine con ese «acércate, acércate» para que le enseñe la credencial, adivinar su loción corporal, el juego del quid pro quo o frases míticas como: «Uno del censo intentó hacerme una encuesta. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen chianti». Por cierto, lo de quid pro quo es otro error del guion, la locución correcta es do ut des. Y lo mismo nos pasa con otros personajes que se mueven entre la ficción y la realidad, como el Conde Drácula o Jack el Destripador.

La mayoría de los ciudadanos reconducimos esta fascinación por el mal y el crimen con la ficción. El género policíaco es relativamente reciente. Se considera que el primer detective de ficción es Auguste C. Dupin, creado por Edgar Allan Poe y antecesor de las obras del francés Émile Gaboriau, padre de la novela negra francesa (llamada polar). Pocos años después irrumpió el mítico Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle. Este género se ha adaptado a todos los ambientes, situaciones y paisajes. En los últimos años los policías más populares parece que ya no hablan inglés sino sueco o noruego, con escritores como Henning Mankell, Jo Nesbø o Stieg Larsson, heredado por David Lagercrantz, entre otros que le han dado un nuevo aliento (muy frío, casi polar, cosas de la geografía) al género. No voy a negar que soy muy fan del género negro, y que posiblemente de aquí nace mi interés por el tema. Si tengo que elegir, de entre lo mucho y bueno que hay, me quedo con tres. En castellano, con un descubrimiento vergonzosamente reciente, de esos que te da rabia no haber leído antes, Francisco García Pavón y su personaje de Plinio, jefe de la GMT (Guardia Municipal de Tomelloso), secundado por su ayudante don Lotario, el veterinario. En catalán, con Ferran Torrent y su Toni Butxana, al que leí por primera vez con catorce años y sigo releyendo de vez en cuando. En inglés, con Chester Himes, que retrata como nadie la violencia descarnada con dos de sus personajes, Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones, y además acabó sus días en Moraira, a escasos kilómetros de mi Denia natal.

El género negro en la literatura sigue gozando de buena salud y en cine siempre ha sido uno de los valores seguros para las productoras, pero en los últimos años ambas expresiones artísticas se han visto superadas por el fenómeno de las series. De la misma forma que en la década de 1970 los niños veían El hombre y la Tierra o Mundo submarino y querían ser biólogos, en los años ochenta Fama o Cosmos y estudiar arte dramático o astronomía, y en los noventa Urgencias o Periodistas y ser médicos o trabajar en un diario, en el siglo XXI el auge de las series policíacas está detrás del aumento de las vocaciones a la policía científica o la medicina forense. Es indudable que los guiones e historias de estas series tienen gran calidad, pero muchos de los aspectos científicos que aparecen son muy cuestionables. CSI es la serie arquetípica y la más longeva. Tiene de positivo que todo se basa en la recogida de pruebas, en las evidencias objetivas y en los análisis, no en lo que dicen los testigos. No obstante, luego los actores cogen mal las pipetas automáticas en el laboratorio, hacen en varios minutos análisis que en la vida real duran horas y, en lugar de tener cada uno su especialidad, el mismo experto es capaz de analizar muestras biológicas, desmontar un coche, hacer un análisis de suelos, detener e interrogar al sospechoso y liarse a tiros con el malo, todo desde un laboratorio impresionantemente equipado inmune a los recortes presupuestarios.

CAPÍTULOS

1. De cómo la ciencia ha servido para resolver crímenes, y lo que queda.

Una breve historia de la ciencia forense desde la china imperial, hasta el primer laboratorio forense moderno fundado en Lyon, pasando por el primer crimen resuelto por una fotografía o por una huella dactilar.

2. La escena del crimen. ¿Quién manda aquí?

En las películas solemos ver como el protagonista es el que da las órdenes, hace los análisis y detiene al malo, pero la realidad no es exactamente así. Investigar un crimen es un proceso muy jerarquizado y como tal, cada participante tiene un papel concreto.

3. Los cadáveres hablan si sabes escucharles.

El cadáver de la víctima es una prueba fundamental para resolver el caso. El cadáver es en última instancia el testigo mudo que nos puede decir cuando y como se produjo el crimen, pero para eso hay que saber escucharles para entender lo que nos está diciendo.

4. Antropología forense.

Los huesos sirven para algo más que hacer caldo Los huesos son la parte más duradera de un cadáver y como tal, pueden guardar las pruebas para resolver un crimen…. O para aportar datos históricos.

5. Genética forense.

Este cura sí es mi padre La genética está revolucionando la técnica forense, desde pruebas de paternidad a la reciente resolución del asesinato de Eva Blanco casi 20 años después de producirse, pero ¿Cómo puede ser tan fiable? ¿En qué se basa?

6. Toxicología forense.

No te fíes de una botellita que pone «bébeme» Envenenar ha sido la forma típica de asesinar a lo largo de la historia, aunque ahora está pasando de moda gracias a que los avances en toxicología forense hacen que sea muy difícil que un envenenamiento quede impune.

7. Biología forense.

Los bichos son unos chivatos Estamos rodeados de organismos vivos. Ya sean plantas, animales, baceterias u hongos. Muchas veces estos organismos son testigos del crimen y su estudio nos puede servir para desentrñar un crimen. Y ya puestos, nosotros también estamos vivos, y los flidos que dejamos en la escena del crímen, independientemente de la genética pueden servir para aclarar las circunstancias.

8. Química forense. Los espectroscopios nunca mienten.

Toda la materia está formada por átomos y moléculas, por lo que cualquier arma que se utilice en un crímen o cualquier prueba que se encuentre en el lugar del crimen también estará hecha de átomos y moléculas, y la química nos sirve para encontrar las pruebas.

9. Pseudociencia forense. No es ciencia todo lo que llega al juicio,

Crímenes solucionados por videntes?¿Gente que a partir de una foto o determinadas características físicas puede decir si alguien es un asesino?¿perfiles psicológicos a partir de la caligrafía?¿Máquinas de la verdad?¿Testigos que recuerdan detalles de un crimen bajo hipnosis? No te dejes engañar, eso no es ciencia, aunque a veces aparezca en un juicio.

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