La necesidad de sustentar cualquier tratamiento con pruebas rigurosas debería ser el primer requisito para cualquier terapeuta, ya sea un médico convencional o un naturópata alternativo.
La homeopatía, la acupuntura y el reiki, por señalar algunos ejemplos, no logran superar los exámenes que tratan de establecer si son útiles para las dolencias que aseguran curar.
También hay multitud de tratamientos convencionales que a pesar de pruebas preliminares positivas han demostrado que no son efectivos, aunque en ese caso han sido retirados.
En algunas ocasiones, los estudios que dieron dado luz verde a esas terapias estaban condicionados por ideas preconcebidas o intereses comerciales. En otras, el uso de esas prácticas durante varios años en miles de pacientes hizo emerger algún factor que no se había tenido en cuenta en un primer momento.
El avance del conocimiento se produce gracias a que la ciencia es lo suficientemente honesta para descartar sus errores, cambiar de idea y seguir adelante. Para ilustrarlo, qué mejor que una lista de fallos médicos, algunos con nefastas consecuencias, que han sido enmendados.
Estos ejemplos permiten comparar la diferencia entre la medicina científica y terapias alternativas como la homeopatía, que tras décadas de estudios en los que no ha demostrado ser eficaz para ninguna dolencia continúa vendiéndose en farmacias.
TERAPIA DE REEMPLAZO HORMONAL
Es un tratamiento que reduce los síntomas de la menopausia. Durante años, sin embargo, los médicos animaron a millones de mujeres a someterse a esa terapia como método para prevenir problemas cardiovasculares.
Tras más de dos décadas de uso, científicos finlandeses y británicos publicaron en 1997 una revisión sistemática de los estudios hechos hasta entonces. A pesar de que existían investigaciones individuales que sugerían que la terapia de reemplazo hormonal podía proteger contra ataques cardíacos y derrames, el conjunto de los estudios más rigurosos apuntaba en cambio en dirección contraria. La terapia aumentaba, de hecho, el riesgo a sufrir esos problemas.
A pesar de que el incremento del riesgo es moderado, la cantidad de mujeres que se vieron afectadas fue amplia debido a lo extendido que estaba el uso de este tipo de terapias.
TRANSPLANTE DE MEDULA ÓSEA
En las dos últimas décadas del siglo XX, se extendieron en Estados Unidos los transplantes de médula ósea para tratar determinados tipos de cáncer, entre ellos el cáncer de pecho. Los médicos extraían parte de la médula ósea, aplicaban un agresivo tratamiento químico que destruía la médula restante y volvían a implantar la médula original.
Ese procedimiento puede ser efectivo para condiciones como la leucemia, en la que la propia médula está afectada, pero el razonamiento que sustentaba su uso para otros tipos de tumores no se sustentaba sobre evidencia sólida.
Miles de mujeres desesperadas se sometieron a ese tratamiento en Estados Unidos, a pesar de que cinco de cada cien pacientes morían debido a la intervención.
Los hospitales privados competían por captar pacientes para someterse a esa operación, que resultaba especialmente lucrativa.
A pesar de las dificultades para llevar a cabo ensayos clínicos fiables, la evidencia acumulada a lo largo de los años permitió publicar en 2004 una revisión sistemática en la que no se logró demostrar que el transplante de médula seguido de dosis de quimioterapia sea más efectivo para el cáncer de pecho que la quimioterapia por sí misma.
MEDICAMENTOS CONTRA LAS ARRITMIAS
Tras sufrir un accidente cardiovascular, algunas personas desarrollan irregularidades en el ritmo cardíaco -arritimas-. Aquellos que las padecen tienen un mayor riesgo de morir. Dado que hay medicamentos que suprimen esas arritmias, hubo un tiempo en que a la comunidad médica le parecía lógico pensar que esas sustancias reducirían el riesgo de muerte.
El problema es que esa suposición no se asentaba sobre pruebas fiables, sino sobre una suposición. En realidad, el efecto era exactamente el contrario.
En 1983, una revisión sistemática sorprendió a la comunidad médica al apuntar que no había relación entre la administración de esos medicamentos y una reducción en la tasa de mortalidad.
Aún así, se continuaron utilizando durante cerca de una década, hasta que salió a la luz un antiguo estudio que apuntaba a que esa práctica podía estar matando a miles de pacientes. Esa investigación no se había publicado antes porque se interpretó que los resultados se debían al azar. Se trata de un buen ejemplo del llamado "sesgo de publicación" ("publication bias"), por el cual los estudios que contradicen a la corriente mayoritaria en un campo tienden a quedarse en un cajón. Es algo similar a lo que pasaba en China con las investigaciones que no apoyaban las bondades de la acupuntura cuando el régimen comunista comenzó a promocionarla como medicina oficial.
Para profundizar en los métodos que permiten dilucidar si un tratamiento funciona y cómo se diseñan ensayos clínicos rigurosos, pueden dedicar unas horas de su vida a leer Testing Treatments, en el que investigadores y periodistas científicos argumentan por qué su médico de cabecera no es infalible, pero es probablemente la mejor opción que tiene para curarse.
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