"Quiero que los coches autónomos se programen para hacer el menor daño posible en caso de accidente, aunque eso suponga un daño al conductor, pero quiero que el mío me proteja a mí". Con esta frase se podría resumir la opinión generalizada entre los usuarios consultados por el equipo de Jean-François Bonnefon, que conduce a un dilema ético de difícil solución.
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