Una de las grandes victorias del catolicismo ha sido imponer su visión de que los especímenes más catetos, dementes y alucinados de nuestra especie son personas dignas de elogio y hasta grandes pensadores, en lugar de ser considerados como lo que son, pobres enfermos mentales únicamente dignos de nuestra compasión y de un buen tratamiento médico.
Y entre estos personajes que parecen sacados de la más febril imaginación de un novelista de desatada inventiva brilla con luz propia Santa Teresa de Jesús, una pobre enferma crónica cuyas dolencias no sólo quebraron si cuerpo sino que también destruyeron su mente, hasta tal punto que a la pobre desequilibrada se le "apareció" el propio Jesucristo iniciando toda una serie de alucinaciones, que fueron empeorando con los años durante los cuales sus delirios la llevaron al infierno (literalmente, que no es una licencia poética de mi cosecha) y a mantener extasiadas conversaciones con el nazareno muerto 1500 años antes, pláticas que llegaron a rallar los más increíbles delirios sexuales y locuras sadomasoquistas (es lo que tiene toda una vida de represión tanto física como mental, que acaba pasando factura), delirios erótico-místicos que muestra sin pudor en su obra literaria (probablemente como única válvula de escape de su asfixiante vida) hasta tal punto que tuvo que enfrentarse en diversas ocasiones a la santa y pacata inquisición, la cual por una vez y sin que sirva de precedente observaba confundida pero con acierto la verdadera naturaleza de los éxtasis y arrobamientos de la enferma como lo que eran, muestras palpables de una reprimida sexualidad adornada con una pátina de piedad cristiana, supuestos trances que muchas veces mostraban muy poco veladamente el más puro orgasmo sexual, si no juzguen ustedes
"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo al su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado."
Sustituyan el "dardo de oro largo" y lo de "meter por el corazón" por los órganos adecuados que su imaginación les revele y no me digan que no es una mezcla de poético relato y descripción cuasipornografía de un acto sexual con evidentes tintes masoquistas ¡laberínticos son los caminos del subconsciente reprimido!
Pues bien, a esta pobre mujer rinde arrobada pleitesía nuestro actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, persona que como miembro supernumerario del Opus Dei que es, entre retiros, convivencias, meditaciones y demás adoctrinamiento cercenante del cuerpo y del alma, poco vida sexual puede y debe tener, y como la pornografía es pecado nefando pues ¿qué mejor ayuda que los escritos de la santa abulense?
Y para que vean que los delirios "místicos" de la monja nunca engañaron a nadie, les dejo con algunas esculturas de la imaginería católica que no dejan lugar a dudas.
Fuente
Diario de un ateo
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