Post escrito por María González, alumna del Máster de Biotecnología molecular y celular de plantas.
Al igual que los humanos o los animales, las plantas tienen hormonas que controlan los procesos biológicos aunque estos sean distintos. En las ciencias de la vida pocas cosas se dejan al azar y os sorprendería saber hasta qué punto algo tan simple como la caída de una hoja está regulada y controlada por la planta.
Esto que os cuento no es nada nuevo, se ha venido utilizando en la alimentación mucho tiempo y un ejemplo de esto es cómo se usan unas hormonas llamadas giberelinas para sincronizar la floración. Todos los que hayan tenido un huerto saben que van a tener que recoger las frutas y verduras poco a poco porque cuando unas están listas, otras aún están verdes. Eso en un huerto particular está muy bien porque así no te encuentras con que todas tus tomateras tienen los tomates maduros y que vas a tener que comer tomate toda la semana para que no se te pongan malos, pero cuando hablamos de huertas de varias hectáreas donde recoges la cosecha para venderla, te suele interesar más que todas tus tomateras florezcan a la vez y tengan los tomates maduros más o menos al mismo tiempo. El uso de esas hormonas, las giberelinas, es de mucho interés para estos propósitos.
Pero otra cosa que caracteriza a las ciencias de la vida es que nada llega a ser tan sencillo como de primeras pudiera parecer y es que el uso de giberelinas para sincronizar la floración suele producir también una gran susceptibilidad a plagas. Tú imagínate la desgracia de ese agricultor que ha echado giberelinas porque le han aconsejado que así aumentará sus ganancias y se encuentra que sus plantas se han vuelto más débiles y resulta que ha llegado un insecto cualquiera y toda su parcela está infestada. Esto se debe a que existe una comunicación entre distintas hormonas, en este caso han sido las giberelinas y el ácido jasmónico, segundo protagonista de esta historia. Cuando los científicos hablan de la estructura de una planta suelen usar el término "arquitectura de la planta". Es por esto por lo que cuando yo me imagino a las giberelinas regulando el crecimiento y la formación de flores pienso en un arquitecto. En el caso del ácido jasmónico, sería un soldado que se centra en que ningún bicho ataque a la planta y se la coma.

El problema está en que la planta en este caso parece no poder hacer todo a la vez, y pasa que cuánto más haya de una hormona, menos habrá de la otra. Nosotros queremos poner giberelinas para que la floración se sincronice, pero eso conlleva que no haya soldados que defiendan a la planta. Y lo mismo pasa cuando una planta está enferma, cuando hay un bicho contra el que atacar, la planta se centra en eso y deja de crecer.
Los investigadores que se han encontrado con este problema se han estrujado los sesos buscando cómo evitar esta gran limitación. Algunos de ellos han pensado que ese antagonismo entre ambas hormonas no tiene por qué ser inevitable, que a lo mejor existe una manera de romper esta relación. Todo esto con el objetivo de poder usar las giberelinas sin que resulte en una bajada en las defensas de la planta, conseguir que las plantas se puedan desarrollar a la vez que se defienden de agente externos.
¿No sería ideal tener una planta que pueda crecer a la vez que pueda defenderse? En eso estamos.
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