En 2020 hemos visto una nutrida cantidad de protestas en todo el mundo, por diferentes motivos — algunas han sido pacíficas, pero otras se han caracterizado por disturbios y violencia.
Algunos han justificado la protesta violenta como una expresión legítima de indignación —en casos incluso han recurrido a la minería de citas y tergiversar las palabras de Martin Luther King—, y no ha faltado la sugerencia de que las protestas violentas son una forma de hacer que se escuche a quienes no han sido escuchados cuando protestan por las buenas.
Los datos, sin embargo, no les dan la razón. En 2012, las profesoras Erica Chenoweth y Maria Stephan publicaron el libro Why Civil Resistance Works (Por qué funciona la resistencia civil), en el que tabularon los datos de varios movimientos de resistencia desde 1900 hasta 2006 y el análisis estadístico reveló que la resistencia pacífica es entre dos y tres veces más efectiva que la violenta:
Durante más de un siglo, de 1900 a 2006, las campañas de resistencia no violenta fueron más del doble de eficaces que sus homólogas violentas en el logro de sus objetivos declarados. Al atraer un apoyo impresionante de los ciudadanos, cuyo activismo adopta la forma de protestas, boicots, desobediencia civil y otras formas de no cooperación no violenta, esos esfuerzos ayudan a separar los regímenes de sus principales fuentes de poder y producen resultados notables, incluso en Irán, Birmania, Filipinas y los Territorios Palestinos.Esto no significa que la protesta pacífica sea efectiva siempre, o que la violenta nunca lo sea — pero estratégicamente hablando, una protesta pacífica tiene más probabilidades de conseguir sus objetivos declarados que una violenta.
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[Chenoweth y Stephan] Constatan que la resistencia no violenta presenta menos obstáculos a la participación y el compromiso moral y físico, y que los niveles más altos de participación contribuyen a una mayor resistencia, mayores oportunidades de innovación táctica y desorganización cívica (y, por consiguiente, menos incentivos para que un régimen mantenga su statu quo), y cambios de lealtad entre los antiguos partidarios de los opositores, incluidos los miembros del estamento militar.
Chenoweth y Stephan concluyen que el éxito de la resistencia no violenta da lugar a democracias más duraderas y pacíficas internamente, que tienen menos probabilidades de retroceder a una guerra civil. Presentando un argumento rico en evidencia, ellas comparan original y sistemáticamente los resultados violentos y no violentos en diferentes períodos históricos y contextos geográficos, desacreditando el mito de que la violencia se produce debido a factores estructurales y ambientales y que es necesaria para alcanzar ciertos objetivos políticos. En cambio, las autoras descubren que la insurgencia violenta rara vez se justifica por motivos estratégicos.
Chenoweth también es coautora del proyecto Campañas y Resultados Violentos y No-Violentos (NAVCO, sigla en inglés) de la Universidad de Harvard, que recoge datos sistemáticos sobre insurgencias violentas y resistencia civil no violenta en todo el mundo. NAVCO reunió datos sobre 622 campañas entre 1900 y 2019; 321 no violentas y 301 violentas. La mitad de las no-violentas tuvieron éxito, mientras que sólo un cuarto de las violentas lo tuvieron. El 56% de las campañas violentas fracasaron, mientras que de las no-violentas, sólo fracasó el 30%.
En mayo de 2020, Omar Wasow, profesor del Departamento de Política de Princeton, publicó un análisis de las protestas de los Sesenta; el artículo fue publicado en el journal más importante de su categoría, el American Political Science Review. El análisis de Wasow concluyó que los disturbios y las protestas violentas tras el asesinato de MLK redujeron la cuota de votos al Partido Demócrata en un 2% en los condados vecinos, lo que terminó dándole la victoria de las elecciones de 1968 a Richard Nixon. Por el contrario, las protestas no-violentas incrementan el voto demócrata, principalmente fomentando el discurso de la élite y cobertura mediática.
Esta es la mejor evidencia que tenemos disponible sobre la efectividad de las protestas, y el mensaje es claro — contrario a la narrativa de que hay que recurrir a la violencia para ser escuchados, es más efectivo recurrir a protestas pacíficas para conseguir los cambios deseados.
Por supuesto, no todo el mundo está en disposición de escuchar que se pueden conseguir cambios sin necesidad de derramar sangre. Para la muestra, en el pico de las protestas por el asesinato de George Floyd, el analista de datos David Shor compartió los hallazgos de Wasow en Twitter. Shor fue acusado de ser un troll y la turba enfurecida pidió que fuera despedido — una semana después, la firma para la que Shor trabajaba, Civis Analytics, terminó su contrato sin explicación. El trabajo de Shor era pensar formas en que los Demócratas podían ganar las elecciones de noviembre frente a Trump.
Casi con certeza, hay personas que se unen a las protestas por la oportunidad de incitar a la violencia. Lo mejor que podrían hacer los organizadores es implementar mecanismos para prevenir que sus causas sean aprovechadas por este tipo de individuos — sólo con esto estarían garantizando una mayor probabilidad de éxito.
(imagen: Lok Cheung)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio | Apóyanos en Patreon