Uno de los más repugnantes privilegios que tienen los cristianos: el arcaico, antisocial y delictivo secreto de confesión ha empezado a tener su fin en Australia con una nueva ley que obliga a todos los ciudadanos (incluidos los sacerdotes) a denunciar ante la policía cualquier conocimiento que tengan de un delito de abuso infantil, sea la forma que sea cómo se enteraron del mismo.