Vivimos en un mundo extraño, en donde cuanto más delirante es un individuo más respeto recibe. Así, esos ancianos seniles vestidos de fantoche carnavalero en cualquiera de sus versiones: faldas blancas, turbantes negros o ridículos gorritos pasados de moda, pobres dementes que deberían estar bajo estricta supervisión psiquiátrica, no solo deambulan difundiendo a los cuatro vientos sus delirios, sino que habitualmente reciben un trato exquisito y una atención desmedida por parte de la sociedad en su conjunto, y lo que es peor, por los gobernantes de medio mundo.
Leer más »