La verdad es que no hay nada más risible que cuando un creyente decide contar al mundo su "experiencia personal" con Jesucristo, Iahvé, Alá, Visnú o el loado Gran Espagueti Volador ¡Ramen!, porque entonces queda al descubierto la imbecilidad mental en su máximo esplendor. Pero la risa se congela cuando el demente es, o va a ser, un alto cargo público en el cual se van a depositar los dineros públicos y el futuro del país.
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