Entre 1942 y 1943 los bombardeos de los aliados sobre las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial se intensificaron hasta un límite nunca visto. Al final de guerra, los escuadrones eran capaces de soltar hasta 2.000 toneladas de explosivos en un solo bombardeo, causando una destrucción masiva no solo donde caían sino a una gran distancia, debido a los efectos de la onda expansiva. Ahora, un equipo de investigadores británicos acaba de descubrir que los efectos de aquella ola de destrucción se dejaron sentir no solo en tierra, sino también en los límites superiores de la atmósfera y en concreto en la ionosfera, cuyo grosor adelgazó violentamente como consecuencia de los bombardeos.
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