Se acerca el comienzo de curso y los nervios están a flor de piel. Por eso ayer visité mi supermercado favorito en busca de algún producto que me regulara la tensión arterial. Aunque les parezca surrealista, lo encontré. Fue peor el remedio que la enfermedad. Cuando analicé científicamente su composición y efectividad la tensión volvió a subirme. Esta vez del cabreo.
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Este artículo forma parte de mi nuevo blog "Un espía en el supermercado", que se encuentra en Alimente, un nuevo diario digital de El Confidencial.
Jose