martes, 17 de julio de 2018

Creando una semilla más longeva #Tomates con genes #noticias


Artículo realizado por Rubén Mateos, como parte de la evaluación de la asignatura de comunicación científica, perteneciente al máster de biotecnología molecular y celular de plantas.

Las protagonistas de esta historia son las semillas de una planta que, siendo honestos, no es más que un hierbajo, pero que fascina a la comunidad científica. Esta es Arabidopsis thaliana. Y gusta tanto no precisamente por tener las flores más espléndidas, ni las mayores hojas, ni porque desprenda una atractiva fragancia, sino por razones mucho menos aparentes. Simplemente, las claves de su éxito radican en que no es nada exigente y se cultiva muy bien en el laboratorio y en invernadero, se le pueden hacer diversas perrerías y el hierbajo sigue vivo, dispone del genoma secuenciado (fue la primera planta en tenerlo, de hecho), y que en unos dos meses tienes semillas, mi preciado sujeto de estudio. ¡Y ya tenemos toda una nueva generación!

Otro aspecto por el que nos gusta tanto Arabidopsis, y que en mi grupo de investigación han sabido aprovechar genial, es la gran variación genética que existe entre las diferentes variedades de Arabidopsis thaliana, por todo el planeta. Los expertos llaman a estas variedades "ecotipos" o "accesiones".

Variación en las hojas entre algunos ecotipos de Arabidopsis thaliana. Para todos los gustos.

Las diferencias entre ellas son abundantes: desde distintos tiempos de floración, forma de las hojas, hasta lo que más me interesa: diferentes longevidades de sus semillas. Porque no todas pueden germinar igual pasados unos meses o unos años. Hay algunas que destacan por ser muy longevas, o justo por todo lo contrario. Ambos casos nos interesan, porque detrás de todo ello, habrá una serie de genes implicados en dicha regulación de la longevidad. Analizando en conjunto datos de la secuencia genética de todas esas accesiones de Arabidopsis, integrándose con observaciones de cómo se comportan estas semillas y mediante programas estadísticos, se puede llegar a puntos clave en el genoma de Arabidopsis, regiones génicas que parezcan correlacionar con las diferencias en longevidad de estas. Pero aun así, esos "picos" (referencia imagen 3) de importancia estadística no son nada precisos, y apuntan a varios genes candidatos de dicho comportamiento diferencial entre unas accesiones y otras. ¡De ser así, yo ya no tendría nada que hacer!

Rodeadas, posiciones del genoma de Arabidopsis que tras el análisis estadístico posiblemente escondan genes implicados en longevidad

Es ahí donde entra mi labor. En mi Trabajo de Fin de Máster, aunque tampoco aspiro a encontrar el secreto de la eterna juventud en lo referido a semillas (eso es demasiado pedir, hay que ser realistas), sí que trato de descubrir algunos de estos genes que hacen que las semillas duren algo más de tiempo. La tendencia que se va marcando es que suelen tratarse de genes implicados en mecanismos de tolerancia a estrés abiótico, un estrés producido por condiciones ambientales, tales como sequía, calor y sobre todo, daño oxidativo. Este último estrés, el estrés oxidativo, que está tan de moda en los anuncios de cremas y zumos mágicos, también afecta a las plantas, y en concreto a las semillas. Porque en realidad, cuando la semilla se ve afectada por el paso del tiempo, lo que de verdad la daña son moléculas como los radicales libres que se generan y hacen mella en su cubierta, sus proteínas, su ADN y, en definitiva, en su viabilidad.

Modificando la expresión de dichos genes, unas veces siendo necesaria su sobreexpresión porque parecen ser positivos en la longevidad o por el contrario mediante knock-outs (eliminando su expresión) cuando no interesan, podemos llegar al efecto deseado: semillas más longevas, que duren más meses o incluso más años siendo viables. Entre los genes candidatos, hay muchos implicados en el importante mecanismo antioxidante, tales como los de proantocianidinas, glutatión, y demás, pero también otros tantos genes involucrados en diferentes procesos no tan evidentes, que no dejan de sorprendernos.

Las semillas con genes mejorados, la envidia del resto de mortales tras pasar los años.

En todo caso, para evaluar esa potencial longevidad o falta de ella, antes de poder realizar las oportunas pruebas bioquímicas o de viabilidad, está claro que hay que envejecer esas semillas. Pero de manera rutinaria, ¡vaya aburrimiento si tuviéramos que esperar de verdad todo el tiempo de envejecimiento real de las semillas para poder realizar los ensayos con ellas! A veces se dice que en ciencia nos gusta correr, y nosotros no podíamos ser menos. Por eso, los de mi grupo de investigación son unos expertos en esto de la longevidad de las semillas, y tanto es así que ponen a punto técnicas para envejecerlas de forma acelerada. De esta manera, son capaces de acortar mucho esa espera y simular el tiempo real, jugando con la temperatura, la humedad y la presión de oxígeno a la que se ven sometidas las preciadas semillas.

Finalmente, y con todo ello, la aplicación de estas investigaciones, si se llegase a genes clave implicados en los mecanismos de longevidad de las semillas y de tolerancia a estrés abiótico, haría, por supuesto, las delicias de los agricultores y empresas de semillas. La idea es que muchos de estos genes tienen homología entre diferentes especies, entre las cuales se encontrarían las de interés agronómico. Pudiendo modificar en concreto esos genes, con tecnologías tales como la célebre CRISPR de edición génica, se conseguirían semillas que aguantasen más tiempo almacenadas, pudiendo luego sembrarse y dar porcentajes de germinación parecidos a los de semillas recién cosechadas. ¿No sería eso interesante?

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