Algo falla estrepitosamente en el sistema educativo cuando, después de cerca de 20 años de recibir enseñanzas desde primaria hasta la finalización de una carrera, un alumno más que brillante es incapaz de diferenciar realidad de superstición. Y el caso más palpable acaba de conocerse en Lugo.
El sistema educativo occidental poco o menos ha cambiado desde esa escolástica medieval que posteriormente dio lugar a las primeras universidades, centros en los cuales para nada (ni desde su ya lejana fundación hasta la actualidad) se fomenta la reflexión y el espíritu crítico, ya que la práctica docente sigue anclada en las clases magistrales, la recogida de apuntes (ahora por medios electrónicos), la memorización y la repetición en exámenes, cuales papagayos (bien de forma oral o escrita), de un temario constituido básicamente por datos, fechas y enunciados la mayoría de las veces inconexos.
Y la prueba más palpable de este tremendo error heredado durante siglos es el reciente caso de la ya tristemente famosa jueza de Lugo, una persona capaz de haber aprobado todas las asignaturas de la carrera de Derecho con matrícula de honor, pero que sin embargo es aficionada en su tiempo libre al tarot, una superchería inventada en la Edad Media y que el clérigo suizo Antoine Court de Gébelin desarrolló como método de adivinación a finales del siglo XVIII, en los mismos años en los que Sir William Herschel descubre el planeta Urano, se funda la "Royal Society of Edinburg" que es la academia nacional escocesa de Ciencias y Letras, el geólogo y químico húngaro Franz-Joseph Müller von Reichenstein descubre el elemento químico telurio, el ingeniero escocés James Watt inventa el mecanismo de movimiento paralelo, Antoine de Lavoisier redescubre la Ley de la Conservación de la Materia ya que casi medio siglo antes el también polifacético científico ruso Mijaíl Lomonósov la había expresado correctamente en una carta dirigida al matemático Leonard Euler (por lo que en la actualidad se denomina Ley de Lomonósov-Lavoisier), el físico francés Charles-Augustin de Coulomb enuncia su famosa ley sobre fuerzas eléctricas o el más que brillante Laplace inventa la transformada que lleva su nombre.
Pero hete aquí que más de 200 años después de todo ese despertar científico, el sistema educativo español permite que una supersticiosa más que irracional decida sobre los destinos de ciudadanos encarcelados, mientras "asesora" con sus cartas mágicas sobre asuntos judiciales a pobres ignorantes que, aunque tienen menos matrículas de honor que nuestra protagonista, en la práctica son igualmente iletrados que ella.
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