Quizás no haya nada más prepotente, y también más derrochadoramente ignorante, en Ciencia que poner marcha un ensayo clínico con casi mil pacientes para intentar probar lo que no es más que una superchería pseudomédica. Pero aunque parezca increíble, esto es lo que han hecho unos investigadores en Australia y Nueva Zelanda.
Llevar a cabo un ensayo clínico con cientos de pacientes es un proceso largo que implica dedicar mucho dinero, años de trabajo y el esfuerzo y la dedicación, primero de los investigadores responsables y después de todo un conjunto de personal sanitario de los centros médicos implicados, así como de los coordinadores externos del ensayo y los miembros de los distintos comités médicos que velan por la ética de todo el proceso. Por ello, debería ser evidente que dichos complejos ensayos no pueden ser realizados por mero capricho, sino que deberían estar basados en una más que estricta calidad científico-médica. Sin embargo ¿cómo se puede llevar a cabo un ensayo clínico para estudiar lo que no puede ser considerado más que una "medicina" chamánica?
Porque resulta que 8 investigadores de diversas universidades, entidades con un reconocido y sólido prestigio, de las antípodas europeas decidieron hace unos años dedicar gran parte de su tiempo a la realización de un ensayo clínico para determinar si masajear la espalda de las mujeres, que se sometían a técnicas de fecundación in vitro, podía incrementar de alguna manera la tasa de embarazos en dichos pacientes. No sabemos si la idea se les ocurrió una tarde en la que abusaron de las pintas de cerveza que se bebieron en el pub, pero lo cierto es que ni cortos ni perezosos decidieron plasmar su más que rompedora hipótesis en una solicitud de proyecto de investigación. Lo sorprendente del caso es que, lejos de convertirse en el hazmerreir de la profesión científico-médica, estos visionarios de la medicina no sólo consiguieron que dicho protocolo se aprobara por los diversos comités científicos y éticos que regulan en cualquier país civilizado la experimentación con seres humanos, sino que fueron además agraciados con la nada despreciable cantidad de 613.511,20 dólares australianos (lo que al cambio serian unos 392.000 euros) por parte del "National Health and Medical Research Council of Australia" para iniciar su "estudio". Cómo consiguieron nuestros protagonistas evitar todos los filtros de calidad del sistema científico australiano es todo un misterio para cualquier persona mínimamente familiarizada con el sistema de evaluación científica, máxime cuando es más que seguro que en esa convocatoria de proyectos australiana quedarían sin financiar multitud de propuestas más o menos viables o con mayor o menor interés sanitario, pero muy probablemente con una calidad científica infinitamente mayor que este dislate pseudomédico.
Conseguido ese dinero inicial, nuestros científicos alternativos se pusieron manos a la obra y consiguieron convencer a los directores de 16 clínicas dedicadas a tratamiento de fertilidad de Australia y Nueva Zelanda para que se implicaran en tan absurda propuesta. Poco a poco la labor de los 19 encargados de reclutar clientas de dichas empresas para el ensayo fue dando sus frutos, hasta que se alcanzó la nada despreciable cifra final de 848 mujeres que aceptaron integrarse en el estudio. Los argumentos que se les ofrecieron a estas conejillas de indias no han sido revelados, pero o mucho me equivoco o fueron engañadas directamente sobre las supuestas bases científicas sobre las que se apoyaba esta creencia, casi mística, de que iban a ovular más y el zigoto se iba a implantar mejor cuando recibieran el novedoso "tratamiento".
Como en todo ensayo clínico que se precie las voluntarias fueron divididas en dos grupos homogéneos entre sí de 424 mujeres, labor que recayó en dos coordinadores adicionales. Se decidió administrar cuatro rondas de masajes a las mujeres: la primera y la segunda 8 y 6 días antes de la transferencia del embrión y las dos últimas el mismo día del implante. Aunque los responsables no indican nada, probablemente estas dos últimas rondas se addministraron inmediatamente antes y después de la intervención médica. Y como en todo buen ensayo clínico, una mitad de las mujeres recibieron las caricias de masajistas profesionales, mientras que el segundo grupo se tuvo que conformar con personas sin titulación alguna. En esta tarea estuvieron implicados al menos otros 78 "profesionales".
Finalmente, pasadas unas semanas de cada tratamiento de fertilidad se observó si las distintas mujeres iban quedando o no embarazadas. Posteriormente se analizaron los resultados estadísticamente y se obtuvo una conclusión final. Llegados a este punto, ¿algún lector se atreve a adelantar un pronóstico?
Pues cualquiera que posea una mínima capacidad de raciocinio habrá apostado porque nuestros investigadores tras varios años de trabajo, ya que como ellos mismos indican en su informe final no fue nada fácil alcanza esos cerca de 850 sujetos de estudio, llegaron a la única conclusión posible. Esta que se resume en el consiguiente artículo que recientemente han llegado a publicar:
En las mujeres sometidas a tratamientos de fertilidad, la administración de [masajes profesionales] frente a placebo durante el estímulo de ovulación y la transferencia del embrión no da lugar a una significativa diferencia en las tasas de natalidad. Estos resultados no apoyan el uso de [masajes] para mejorar la tasa de nacimientos entre las mujeres sometidas a fertilización in vitro.
En resumen, 107 personas dedicadas a tiempo más o menos parcial durante años a confirmar que una "terapia" sin base científica alguna no tiene ningún efecto demostrable sobre la fisiología humana. ¡No me digan que no es para acusar a nuestros protagonistas directamente de malversación de caudales públicos por parte de la fiscalía australiana!
P.D.
Aunque todo lo anterior pueda parecer un simple divertimento pergeñado por la desbocada fantasía de este autor, como dicen en las películas: todo lo anteriormente escrito es rigurosamente cierto, salvo que el tratamiento administrado no fueron masajes sino los más que mágicos pinchacitos de ese milenario engaño venido de Oriente llamado acupuntura, tal y como lo atestigua el correspondiente artículo científico publicado en una prestigiosa revista científica la semana pasada.
Y no se crean, que en la mencionada convocatoria de proyectos australiana también se financió con otros 482.970,80 dólares australianos otro "estudio" sobre la posible actividad terapéutica de la acupuntura sobre los sofocos que sufren las mujeres postmenopáusicas, del que hasta la fecha no tenemos conclusión alguna. ¡Ahí es nada!
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