lunes, 26 de marzo de 2018

Sensibilidades reales o no tanto #Indignación científica #noticias


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Gorro de papel de aluminio desechado. Fuente.
Desde hace unos años, venimos escuchando problemas en gente muy diversa, relacionados con el uso de productos químicos y de radiaciones como la de los móviles o el wifi. A estos problemas se les denomina, respectivamente, sensibilidad química múltiple e hipersensibilidad electromagnética. Pueden llegar a ser un problema realmente gordo, porque llegan a incapacitar a la gente que las padece, hasta el punto que algunos llegan a quedarse postrados en casa sin salir siquiera.

Pero al hilo de estas dolencias se han desarrollado organizaciones depredadoras que buscan sangrar a estos enfermos (ya veremos si lo son o no) y a los que creen que pueden enfermar de la misma manera por exponerse a los campos electromagnéticos o a los productos químicos, vendiéndoles toda clase de zarandajas inútiles y absurdas con las que, por un coste bajo, pueden sacar enormes beneficios.

Así que vamos a ver qué podemos sacar en claro de todo esto.


Hipersensibilidad electromagnética

La hipersensibilidad electromagnética (que abreviaré como HSE) es un conjunto de síntomas que padece una persona y que se atribuyen a la cercanía de campos electromagnéticos como son los emitidos por líneas de alta tensión o antenas de telefonía. Las personas que dicen padecer HSE dicen encontrarse mal y muestran síntomas de afección por estos campos electromagnéticos, que son muy inferiores a los que han demostrado tener efectos fisiológicos y efectos nocivos. Por lo tanto, se puede deducir que los supuestos enfermos están sufriendo lo que se llama efecto nocebo, que es parecido al placebo pero dirigido al empeoramiento o al padecimiento de un mal, en lugar de hacia la mejora de un síntoma o  enfermedad. Los estudios de provocación han determinado que las personas aquejadas por HSE son incapaces de determinar si se encuentran en presencia de campos electromagnéticos o no.

¿Qué síntomas tiene?

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Antena de telefonía móvil. Fuente.
Los síntomas de la HSE son muchos y muy variados. Las personas que dicen padecerla relatan intensos dolores de cabeza y articulaciones, debilidad general, cansancio o mareos, además de síntomas cutáneos como eritemas, exantemas y prurito. Además, las personas que se dicen aquejadas de este mal también relatan sequedad en la boca, cambios en el sentido del gusto, piel seca, dificultad en la menstruación, neuropatías... En definitiva, los síntomas de la HSE son muchos, muy variados y de una inespecificidad altísima. ¿Son reales? Sí, muy reales. Las evaluaciones a estas personas así lo confirman. Sin embargo, cabe señalar que es el propio paciente, en los contados estudios válidos que se han realizado, el que atribuye a los campos electromagnéticos y no el médico. Por eso, para evaluar si hay una relación entre los síntomas y los campos electromagnéticos, se realizan experimentos de provocación.

Experimentos sobre HSE

Experimentos con unidades de visualización

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Unidad de visualización, vulgo LED.
Fuente.
Los estudios que se realizan en estas personas incluyen, muchas veces, unidades de visualización. En román paladino: lucecitas que se encienden y se apagan indicando que hay o no activo un campo electromagnético. De los trece estudios analizados que contienen este tipo de estímulo, tan sólo en una se encontraron diferencias significativas entre la situación en la que sí estaba activo el campo electromagnético y la situación en la que no lo estaba. En dicho estudio, se sometía a los sujetos a diez sesiones frente a una bombillita, apagada o encendida, al azar. Pues en tan solo una sesión de las diez totales se comprobaron estas diferencias. Los propios autores discuten en el estudio si estas diferencias se deben a errores en el análisis multivariante de las respuestas de los individuos del análisis.

Ninguno de los doce estudios restantes en los que se dispuso de la lucecita como chivato muestra ni una sola diferencia entre los pacientes de HSE y los controles, ni tampoco entre las situaciones en las que el campo electromagnético estaba activado y las que no entre los propios sujetos que decían padecer la HSE. De los 99 pacientes incluidos en los estudios de provocación con unidades de visualización, 2 parecían distinguir perfectamente el campo electromagnético del placebo; pero de los 32 controles, 1 persona fue capaz de alcanzar un porcentaje de éxito similar, con lo que podemos deducir la diferencia entre controles sanos y pacientes de HSE no existe.

Experimentos con telefonía móvil

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Aparato demoníaco causante de males sin número. Y con él.
Foto de Santeri Viinamäki..
También se han realizado estudios con la telefonía móvil. De los nueve estudios que cumplían los estándares para ser analizados, tan sólo uno encontró un único participante capaz de detectar si un móvil estaba encendido o no. Para ello, el estudio introdujo siete teléfonos móviles en siete bolsas y luego preguntaba al sujeto si estaba encendido o apagado. Este paciente acertó las siete ocasiones. Sin embargo, no había un grupo control con el que comparar si esto ocurre con los controles sanos. Por otra parte, el número de tentativas quizá sea bajo para poder extraer alguna conclusión. En un estudio posterior realizado por el mismo grupo, se preguntaba a los sujetos entre 3 y 12 veces que adivinaran el estado del teléfono móvil y ninguno fue capaz de repetir el resultado, por lo que podemos decir que es una anomalía estadística -al fin y al cabo, acertar 7 tiradas a cara o cruz tiene una probabilidad de 0.0078; difícil, pero no imposible-. En el resto, no hubo nadie que consiguiera acertar el estado del teléfono móvil de forma diferente a como se haría si estuviéramos adivinando por azar.

Uno de los estudios realizados se hizo utilizando señal UMTS (el 3G, ya sabéis). Dicho estudio encontró una diferencia significativa en el estado de ansiedad de los individuos sometidos a la radiación de esta señal. Dicha diferencia también se encontró en los individuos control del estudio. Pero en este estudio no se mostró ningún patrón concreto. Según se iban cambiando las frecuencias e intensidad de señal de UMTS y el estado de ansiedad de los sujetos del estudio cambiaba de forma aleatoria independientemente de la señal y frecuencia de la señal UMTS. Así, aunque es verdad que haya un cambio en el estado de ansiedad, este podría estar definido por el experimento en sí y no por el campo electromagnético, reforzando la hipótesis del placebo.

Entonces, ¿es real?

La explicación es compleja. Los estudios de provocación indican que no existe una relación causa efecto directa entre la presencia de campos electromagnéticos y los síntomas que padecen estas personas. De hecho, los estudios muestran que no existe un patrón asociado a la presencia de campos electromagnéticos y la provocación de los síntomas.

En los estudios que se basan en estímulos ajenos al propio campo electromagnético ocurre que el paciente expuesto al estímulo ajeno desarrolla exantemas, prurito y diversos dolores en distintas zonas del cuerpo, así como síntomas tan curiosos como sequedad bucal o zumbidos en los oídos. Un ejemplo son los estudios realizados, precisamente, con zumbidos. Independientemente de si el zumbido era mecánico o electrónico, los individuos que escuchaban el zumbido presentaban síntomas. En los estudios basados en unidades de visualización, si se sometía al paciente a un entrenamiento en el que veía encenderse la luz, los síntomas aparecían siempre que esta se encendía. Si se tapaba la luz de la vista del sujeto y se le pedía que adivinara, la tasa de acierto era indistinguible de la del puro azar. Incluso algunos relataban síntomas con los campos electromagnéticos totalmente desactivados. Por lo tanto, esto lleva a pensar que no es que sean capaces de sentir los campos electromagnéticos, sino que reaccionan negativamente a un estímulo concreto (una  luz, un sonido, la presencia de un móvil), teniendo una sensación irreal del riesgo y desencadenándose un efecto nocebo.

Curiosos son los casos que la literatura cita como sensibles. Estos individuos son capaces de acertar el 100% de las veces e incluso presentan síntomas antes incluso de decir si el campo estaba activo o no. Sin embargo, esto ocurre también en personas que forman parte del grupo control, lo que lleva a pensar no que haya personas sensibles a los campos electromagnéticos, sino que se trata de anomalías estadísticas, igual que hay personas aquejadas que aciertan un 0% de las veces.

Sensibilidad química múltiple


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Químico peligrosísimo para lectores, la celulosa. Fuente.
En este caso, lo que provocaría los síntomas de la sensibilidad química múltiple, que abreviaremos como SQM, serían productos químicos. Así, en general. Es cierto que cualquier producto químico en una concentración lo suficientemente alta puede provocar una reacción nociva en el organismo. Sin embargo, estos pacientes relatan sintomatología en compuestos que están en una dosis segura para el resto de la población. La mayoría de los pacientes de SQM reaccionan negativamente a sustancias que despiden olor: tintes, pinturas, perfumes, suavizantes y detergentes...

Es por ello que no podemos descartar que haya personas que sean hipersensibles a algunos productos químicos. En este caso, nuestro organismo sí que tiene receptores para poder responder a distintos productos de distinta naturaleza química. En cada individuo, estos receptores poseen unas propiedades que encajan en un intervalo alrededor de un valor medio y que da un valor seguro de utilización de dichos productos químicos. Sin embargo, como en todo, podrían existir variaciones de estos receptores (no necesariamente mutaciones genéticas, ojo) que harían a esos receptores más sensibles, bien bajando su umbral de detección, bien cambiando su afinidad por la sustancia a la que responden. En el caso de la HSE, los humanos no tenemos nada que responda a los campos electromagnéticos de las señales de radio, a diferencia de otros seres vivos.

¿Qué síntomas tiene?

Al igual que en el caso de la HSE, la SQM tiene una variedad de síntomas muy amplia y muy inespecífica. Los pacientes que dicen padecer SQM relatan síntomas muy diversos: neuromusculares tales como falta de sueño, fatiga, tropiezos o caída en inconsciencia; musculoesqueléticos, tales como calambres, rigidez o dolor articular; afectivos, como tensión, agresividad repentina o depresión; gastrointestinales, tales como diarrea y estreñimiento alternos (sic), intolerancias alimentarias o gases; cognitivos, como pérdidas de memoria o crisis de ausencia; cardiorrespiratorios, como asma, apneas, taquicardias o palpitaciones; y otros síntomas, tales como picores, irritación nasal y cutánea o fiebre.

Como veis, la pléyade de síntomas que acompañan a la SQM reúne casi todos los síntomas conocidos. Os he puesto los más característicos, pero habría que añadir otros como vómitos, dolores inespecíficos, sequedad en los ojos y la boca, mucosidad profusa y pérdida de uñas y pelo... Lo que decíamos: muchos y muy variados. 

Experimentos con SQM

También tenemos experimentos de provocación en el caso de la SQM. En este caso, a los pacientes se les somete a exposición a distintos agentes químicos, tanto nocivos como inocuos (agua, por ejemplo). En estos experimentos, lo difícil era enmascarar el estímulo, porque muchos productos químicos a los que se presentan reacción son coloreados u odorantes. En estos casos, se cegaba a los pacientes mediante antifaces, para evitar que vieran los productos coloreados y se ponía una máscara antiolores o una pinza nasal. Otros estudios no consiguen enmascarar el producto químico en cuestión. Vamos a ver qué resultados hay de unos y de otros.

Experimentos que enmascaran bien

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Pinzas nasales. Para un experimento y para
natación sincronizada. Fuente.
En estos experimentos, el color y el olor del producto químico en cuestión estaba bien enmascarado. Es decir, el paciente no veía ni olía la sustancia que se le estaba aplicando. Se conocen hasta la fecha tres estudios que enmascaraban por completo la sustancia que se estaba aplicando. En ninguno de ellos, ningún paciente que decía sufrir SQM fue capaz de reaccionar de forma superior al control equivalente frente a ninguna de las sustancias activas que se aplicaron. Es más, en uno de dichos estudios, los sujetos que decían padecer la SQM respondieron de forma negativa a las sustancias control, pero no a las sustancias activas. En este estudio, se exponía a los sujetos a distintos productos, tanto activos como placebo. En el caso de los pacientes de SQM, relataban más síntomas que los sujetos control en la exposición tanto a sustancias activas como a sustancias placebo en general. Pero, sin que hubiera diferencias estadísticamente remarcables, tendían a relatar un mayor número de síntomas y de mayor intensidad en las sustancias placebo que en las sustancias activas.

En otros tres estudios, se enmascaró el olor usando pinzas nasales, pero no se enmascaró el color permitiendo a los sujetos ver el producto que se estaba aplicando. En este caso, los pacientes de SQM decían sentir síntomas en la exposición a los productos, incluso en productos incoloros e inocuos. Por ello mismo, los autores atribuyeron el desarrollo de síntomas a la vista del producto.

Experimentos que no enmascaran

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¡Peligro! ¡Líquidos de colores! Fuente.
En estos experimentos se puede aplicar un doble ciego (esto es, que ni experimentador ni sujeto saben qué se está testando) y se busca reacción al olor, al color y demás características de una sustancia química en relación al sujeto que se está analizando. Existen trece estudios que cumplen con esta característica y en ocho de ellos se encuentran individuos que responden negativamente frente a las sustancias que se testan, principalmente odorantes. Estos estudios se realizan utilizando una metodología de elección forzada, que consiste en presentar los estímulos en parejas: placebo-placebo, placebo-sustancia activa y sustancia activa-sustancia activa. A continuación, se obliga al sujeto a señalar cuál es la naturaleza de los miembros de la pareja. Uno de los estudios encontró que el 20% de las personas que dicen padecer SQM muestran síntomas independientemente de si la sustancia es activa o es placebo, antes incluso de someterse a la prueba. El 80% restante, que esperó a recibir el estímulo, no pudo distinguir entre placebo o sustancia activa y presentaba síntomas aleatoriamente, incluso si el par era de dos placebos.

En otro de los estudios con doble ciego, realizados mediante elección forzada de concentraciones crecientes de gasolina disuelta en éter metil-terc-butílico. En este estudio, los pacientes respondían con mayor intensidad a las concentraciones más altas (15%) que a las más bajas (11%), pero no eran mejores distinguiendo las sustancias activas que los controles sanos, con o sin enmascaramiento olfativo. 

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Elemento para experimentos simple o doble ciego (se necesitara otro).
Fuente.
Existen además catorce estudios de ciego simple (el experimentador conoce qué se está testando, pero el sujeto no). De estos, cinco utilizaron la metodología de elección forzada, pero ninguno de ellos mostró que los pacientes de SQM reaccionaran peor o desarrollaran síntomas de distinta forma que los controles sanos. Los aciertos de ambos grupos (experimental y control) eran similares. En otro estudio, se percibieron los olores agradables como más nocivos incluso que los neutros o desagradables, al contrario que señalan los estudios habituales. Uno más demostró que los sesgos propios de los pacientes contribuyen mucho más a las reacciones negativas que a las propias sustancias. En él, se condicionaba a los pacientes con diferentes situaciones antes de presentarles un estímulo por primera vez y las respuestas al mismo variaban con la experiencia en la que se enmarcó la primera presentación. Y en todos ellos se demostró que los sujetos que referían síntomas relacionados con la SQM eran más proclives a calificar como desagradables productos sin olor o con olores desagradables que los controles sanos, así como a presentar síntomas en presencia de cualquiera de ellos, independientemente de si eran inodoros, de olor agradable o de olor desagradable.

Entonces, ¿es real?

Igual que en el caso de la HSE, la explicación es compleja. E igual que en el caso anterior, los síntomas son reales. Muy reales. Sin embargo, si miramos los estudios de provocación nos encontramos que cuando se enmascara por completo el estímulo, ninguno de los individuos que dicen padecer la SQM es capaz de detectar de forma fiable si existe alguna sustancia activa en el estímulo o se trata de un mero placebo. Incluso son capaces de mostrar reacciones nocivas al propio placebo y no mostrar reacción alguna a sustancias a las que declaran ser sensibles.

A esto hay que unirle que en los estudios que no se enmascara la sustancia, reaccionan de forma más fuerte conforme sean las experiencias previas. Es decir, si una sustancia huele parecido o tiene un color parecido a una con la que han asociado una mala experiencia (se les decía que eran "disolventes industriales"), reaccionan de forma mucho más intensa que a sustancias con las que han tenido experiencias neutras (a las que se denominó "placebos olorosos para investigación") o que consideran buenas (que se llamaron "extractos naturales relajantes"). Así, el sesgo con el que entra el sujeto al experimento induce respuestas en él.

Frente a estos resultados, la única conclusión que cabe, igual que en el caso de la HSE es que están producidos por un efecto nocebo. Sin embargo, al contrario que en el caso de la HSE, con la SQM deberíamos tener algo más de cuidado. Mientras que en el caso de la HSE no tenemos ningún receptor para los campos electromagnéticos generados por ondas de radio y campos eléctricos, para las sustancias que generan la SQM sí los tenemos. Y esto es algo que debemos tener en cuenta.

Concluyendo


Es difícil sacar otra conclusión diferente a que estas dolencias sean algo distinto de una reacción relacionada con el efecto nocebo. En ninguno de los dos casos, ya sea HSE o SQM, los pacientes son capaces de mostrar que pueden distinguir cuándo está presente el estímulo que consideran nocivo y cuándo no. O por lo menos, no lo son más que los pacientes control, lo que indicaría que el hecho de que sus síntomas se disparen obedece más a una idea preconcebida que a la presencia real de un estímulo realmente nocivo.

Volveré a repetir lo que he dicho sobre la SQM. Poseemos receptores muy variados en las células de nuestro organismo y no son iguales los vuestros que los míos en términos de afinidad y respuesta. Unos responderán de forma más explosiva, otros a una menor dosis, otros de forma más sostenida... Aunque exista un valor medio de concentración, de afinidad y un rango en el que el receptor funciona de forma muy similar en la mayor parte de los seres humanos, existe la posibilidad de que existan individuos cuyos receptores posean una variedad de receptores capaces de responder de forma más intensa, a concentraciones más bajas y durante un tiempo más sostenido. Es más, si empezamos a considerar que todas las reacciones anormales a sustancias químicas son causadas por un efecto nocebo, podríamos estar enmascarando verdaderas alergias y sensibilidades más que reales.

A esto vamos a sumarle que en ambos casos funcionan las terapias cognitivo-conductuales. Esto, una vez más, indica que en la mayoría de los casos, las afecciones no van más allá de un efecto nocebo muy intenso, hasta incapacitante, en el que el paciente tiene una percepción irreal de un riesgo (ya sea inducida por el propio sujeto o por algún agente externo) que le causa todos esos síntomas, aunque no exista ninguna relación causa-efecto entre el estímulo y la aparición de los síntomas. Abundando en esto, en gran parte de las personas que dicen estar afectadas por estas dolencias, dicen sentirse mejor con terapias alternativas. Esto es, tratamientos ilusorios para dolencias que no son tales. Aunque en el caso de la SQM también esto merece comentario: existen casos en que ni las terapias alternativas ni la terapia cognitivo-conductual funcionan, lo que indica que existe un porcentaje de casos que son reales, aunque sea muy bajo.

Mención especial merece el tratamiento que algunos depredadores de enfermos dan a algunas enfermedades reales, tales como la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica. Estas pseudofundaciones y pseudoinstituciones entremezclan estas dolencias con la HSE y la SQM. Así, convencen a los enfermos reales de que el origen de su enfermedad está en los campos electromagnéticos o en la exposición a productos químicos, induciéndoles a abandonar los tratamientos prescritos en favor de sus aparatejos inútiles y sus soluciones absurdas. Con ello consiguen sembrar la duda sobre los campos electromagnéticos y los productos químicos, expandir sus historias por muy falsas que sean y dar una falsa sensación de seguridad a unos enfermos que acabarán por sentir un agravamiento de sus síntomas. Es entonces cuando comienzan un bucle en el que vuelven a culpar a la electrónica y la química y a vender productos aún más caros, perpetuando la dolencia del paciente.

Así que si alguna de estas fundaciones, institutos, empresas y demás que venden zarandajas y aparatitos que pitan os dice que necesitáis dichos aparatitos u os convencen de que los campos electromagnéticos causan multitud de problemas u os sacuden con su quimiofobia a pesar de llevar litros de perfume y kilos de tinte encima, podéis remitirle a este artículo. No sé si vendrán, pero al menos os encontrarán informados y, cuando menos, os dejarán en paz.

Mi más sincero agradecimiento a mi mujer, la muggle que revisa todo esto para que quede comprensible y legible por cualquiera; a Vary Ingweion y Emilio Molina, que hicieron los comentarios y la revisión del artículo; y a todos los Borregos Illuminati, mis beta testers, a los que adoro.