Tal como nos habían amenazado, el papa Francisco llegó a Colombia.
Realmente no sé qué más pueda decir que no haya dicho antes: la visita es una vulgar violación al laicismo porque no es una visita de Estado —y quien diga lo contrario miente deliberadamente o es irredimiblemente ingenuo—, hay que ser muy crédulo para no darse cuenta que Francisco es igual de cavernario a sus antecesores, la idea de que hay que sacrificar un poco de laicismo por la paz es una grosera falsa equivalencia, los medios siguen haciendo un cubrimiento absolutamente mediocre y hagiográfico del Papa —lo que contribuye a su buena imagen—, y siguen manchando el ejercicio del periodismo con notas supersticiosas hasta la médula.
El país es una pocilga feudal empantanada en pensamiento ilusorio, y la venida del Papa no podría sino terminar en este espectáculo circense de populismo, mal periodismo, ateos poco espabilaos que se tragan la propaganda de supuesta renovación de la Iglesia —sin molestarse en ir más allá de los titulares—, y violaciones masivas a los derechos de las minorías religiosas y no-religiosa.
Aunque en papel Colombia es un Estado laico, todos los políticos, desde las huestes uribistas hasta el lavado de imagen terrorista Farc, pasando por los candidatos que eran medianamente rescatables como Humberto de la Calle y Claudia López, andan festejando el desperdicio de dineros públicos en superstición privada.
Sí, Claudia López, quien no ha permitido que su orientación sexual sea usada como arma arrojadiza en su contra, aplaudiendo el desfile de un promotor de la homofobia. ¡Buena, campeona!
Y para gente que le aplaude a sus verdugos, My President: Bergoglio tiene un historial de reforzar y abogar por la discriminación, la teocracia y la intolerancia, tanto en sus discursos como en sus actos (algo que la vergonzosa prensa nacional no se ha molestado en registrar). En 2015, Francisco justificó la masacre en Charlie Hebdo, diciendo que estaba bien matar caricaturistas que cuestionan la religión porque eso era como decir cosas malas sobre su madre y que la reacción natural sería responder con un puño. Así que el presidente Juan Manuel Santos tiene que ser recondenadamente tonto para traer a un apologista del terrorismo que, además, resulta ser el principal promotor a nivel mundial de todos los disparates que arenga la oposición que ha estado haciéndole guerra sin cuartel durante siete años, faltando menos de 12 meses para las elecciones. ¿Alguien quiere explicarne cómo es que esto no terminará mal?
Como advertí, básicamente pasaba a recordar lo que ya he dicho. Quizá lo único nuevo sea la aparición de los house atheists, ateos como Fernando Posada, que salen a defender la impostura de la visita papal con distintos tipos de excusas, cada una más imbécil que la anterior, y, para completar, muy orgullosos de echar por la borda los derechos de todos los demás ateos (todo sea en nombre de la paz). Más vale que seamos claros al respecto: estas personas son nuestros enemigos, tanto como Alejandro Ordóñez y Oswaldo Ortiz. Nada excusa el privilegio religioso, y quienes ponen excusas por él están abogando por privarnos de nuestros derechos humanos más elementales como la libertad religiosa y de cultos (incluyendo la libertad de rechazarlos todos). Al menos Ordóñez es honesto sobre su intolerancia, pero Posada y los de su calaña disfrazan de tolerancia la violación de nuestros derechos y luego salen a decirnos que nosotros somos el problema por reclamar. ¡Salimos a deberles, pues! Y nunca falta el argumento bobo de los beneficios económicos, como si los derechos humanos sólo fueran defendibles cuando resultan económicamente rentables. Y no, a mí no me va renunciar a mis derechos en nombre del bien común; si así fuera, me iba a Venezuela o Corea del Norte.
No creo que sea mucho pedir que cada quién se pague sus creencias con su propio dinero. Lo que los demás consideren sagrado es su problema, y aunque respeto su derecho a creer lo que quieran, yo no tengo por qué respetar esas ideas, ni mucho menos subvencionarlas. Eso es algo que ningún ateo que se respete debería "tolerar", y no me pienso disculpar por pensar eso — así que se pueden meter su falsa tolerancia por donde les quepa y ponerse a hacer flexiones.
Los que no han entendido que no se puede conseguir la paz sin la más absoluta y estricta separación del Estado y las religiones se están engañando a sí mismos. De alguna forma, en el siglo 21 todavía queda gente que cree que un país profundamente chovinista e ignorante alcanzará la paz patrocinando el pensamiento mágico y la superstición... que es un poco como querer apagar un incendio echándole gasolina.
Por estos días será taparnos la nariz y evitar los medios y las redes sociales mientras la celebridad fascista termina su gira.
(imagen: Catholic Church England and Wales)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio