En materia energética uno de los dogmas del actual consenso económico neoliberal consiste en afirmar que las energías renovables son tan onerosas que incluso los más que ricos estados occidentales no pueden permitirse este dispendio económico. Y que por tanto, debemos seguir atados a la quema de combustibles fósiles y a la más que barata energía nuclear si queremos seguir disfrutando de una energía asequible, aún cuando eso signifique acelerar el cambio climático y aumentar cada año esa espeluznante cifra de más de 7 millones de personas fallecidas por la contaminación. Pero ¿está afirmación casi religiosa es cierta?
Desde el punto de vista económico, el caballo de batalla en la dicotomía combustibles fósiles frente a energías renovables consiste en afirmar que, mientras las energías limpias necesitan de subvenciones casi prohibitivas para poder ser generadas, las también llamadas energías sucias son sin embargo tan eficientes económicamente que no necesitan de ningún tipo de ayuda pública directa ni indirecta. Pero, dejando de lado los dramáticos efectos nocivos sobre el clima, el medio ambiente y la salud de millones de personas (que por supuesto casi nunca se calculan, no vaya a ser que las cuentas terminen por no cuadrar y se descubra que esta afirmación no tiene ninguna base real, por lo que acertadamente podría ser definida como un dogma casi religioso), cuando se analizan en profundad las subvenciones otorgadas a los diferentes tipos de energía resulta que todo este argumento es una gran mentira.
Así, un reciente estudio publicado el pasado mes de febrero ha recopilado las subvenciones otorgadas a las distintos tipos de energía en los últimos 40 años y como una imagen vale más que mil palabras la siguiente figura pone color a la realidad.
En ella es más que evidente que desde la lejana fecha de 1974, año tras año y hasta el 2010, los combustibles fósiles han recibido mayores subvenciones y ayudas públicas que las energías renovables. Aun así, eso no significa que las ayudas al carbón o al petróleo desaparecieran a partir de ese año, simplemente se mantuvieron (color rojo de la gráfica), de tal manera a fecha de 2014 estas energías sucias siguen gozando de ayudas por valor de la mitad de las que reciben las renovables, esas que supuestamente no nos podemos permitir.
Pero quizás el caso más llamativo de esta doble moral económica sea ese de que la energía nuclear es muy barata, mantra que a día de hoy siguen repitiendo políticos de medio mundo. Pues bien, sólo hace falta observar la franja morada del gráfico para darse cuenta que esta tan "barata" energía ha sido con mucho la más subvencionada desde que se tienen datos históricos. Es más, esto sigue siendo verdad en la actualidad, las ayudas a la energía nuclear en el 2014 fueron un 14% mayores que las destinadas a las energías renovables. Y si se suman las subvenciones de combustibles fósiles y nuclear, sus ayudas en ese año 2014 fueron un 70% mayores que las equivalentes a eólica, solar y resto de energías limpias.
Y esto es así porque como se indica en el estudio las nuevas tecnologías de las energías sucias como son las de
los reactores nucleares de IV Generación, las turbinas de gas natural de ciclo combinado y las tecnologías limpias del carbón como el secuestro de carbono, la combustión de gas fluidizado y los sistemas integrados de ciclo combinado de gasificación de carbón han recibido aproximadamente 331.000 millones de dólares en fondos de investigación de los países industrializados, casi tres veces más que los 130 mil millones gastados en todo tipo de renovables.
Pero eso sí, repitan conmigo como buenos acólitos: las energías renovables son tan caras que no pueden competir con las más que eficientes energías de siempre.
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