martes, 14 de febrero de 2017

Justicia, empatía, altruismo ¿atributos humanos? Pues va a ser que no #La Ciencia y sus Demonios #noticias


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Durante milenios legiones de filósofos y pensadores de múltiples escuelas, junto con teólogos de las más variadas religiones han colocado al hombre en la cúspide de la vida por poseer supuestamente en exclusiva "altos valores" como la empatía, el altruismo o el sentido de la justicia. Sin embargo, décadas de estudio con unos más que humildes roedores o pequeños monitos han mostrado que estas nobles características, que tan alegremente nos arrogamos los sapiens, están más que distribuidas en todo el reino animal.

El hecho de que muchas especies de vertebrados puedan percibir lo que otro congénere puede sentir y actuar en consecuencia para minimizar su daño o sufrimiento es un caso más que conocido en ciencia. Así en el ya lejano año de 1962 unos investigadores estadounidenses realizaron un sencillo experimento con ratas: colgaron de un arnés a un roedor que chillaba o un bloque de espuma de poliestireno, ambos arneses se encontraban en el campo visual de un segundo animal que tenía la posibilidad (pulsando una palanca) de hacer bajar a la rata estresada o al trozo de plástico. El resultado fue que los animales bajaron con mayor frecuencia al congénere que al trozo de plástico.

Décadas después se han realizado estudios más sofisticados en los que además de poner a prueba la empatía de los animales también se testaba a la vez su altruismo. En un primer experimento unos investigadores inmovilizaron a una rata dentro de un pequeño tubo de plástico transparente. Después se introducía en la jaula un segundo animal que rápidamente aprendía a pulsar una palanca que liberaba al roedor prisionero. Estos animales eran capaces de liberar a las otras ratas prisioneras aun cuando estas primeras pasaran a otra jaula directamente sin tener contacto alguno con sus salvadores. En cambio, cuando el tubo estaba vacío o había un objeto que se asemejaba superficialmente a otra rata, los roedores ociosos rara vez pulsaban la salvadora palanca.

Este experimento parecía indicar que la empatía y el altruismo, lejos de ser fenómenos culturales exclusivos del ser humano, tienen un fuerte componente genético. Además, los mismos investigadores quisieron analizar posteriormente si este altruismo podía desaparecer cuando entraban en juego los intereses del animal sujeto a experimentación. Así, los científicos colocaron dos tubos adyacentes, ambos podían ser abiertos con su respectiva palanca, uno de ellos contenía una rata cautiva y el otro varios pedazos de chocolate, sustancia que parece encantar a estos roedores. En este caso las ratas también liberaban a sus congéneres y sorprendentemente en algo más de la mitad de los casos, en lugar de comerse primero la golosina y luego liberar a su compañero, abrían las dos puertas más o menos a la vez y entonces el libertador (en lo que cualquier humano mínimamente sensible podría considerar un gesto de noble altruismo) hasta compartía con el animal recién redimido las preciadas y dulces porciones.

En un estudio del mismo grupo anterior publicado un par de años después se observó la existencia de los mismos sesgos de filiación y si se me permite hasta de racismo que tenemos los sapiens. Así en nuevos experimentos  se volvió a usar ratas

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encerradas y ratas libertadoras, sólo que ahora en lugar de ser dos miembros de la misma cepa, un roedor era blanco y el otro manchado. En este caso la rata que estaba libre no liberaba nunca a la enjaulada. Sin embargo si un animal de pelaje blanco se criaba con otros de aspecto manchado, ahora esta rata blanca liberaba siempre a roedores manchados (aunque fueran desconocidos) y en cambio nunca redimía a animales blancos de su prisión. Es decir, las ratas elegían ayudar a aquellos otros animales con los que estaban familiarizados y con los que habían tenido una experiencia social positiva en el pasado, casi como un ejemplo de libro sobre la naturaleza de los prejuicios humanos.

Y ya finalmente, en un estudio mucho más reciente otro grupo de investigadores ha analizado la naturaleza de esta ayuda con un experimento un poco diferente a los anteriores. Se introduce un animal en una mitad de una jaula que contiene agua, como a las ratas de laboratorio el líquido elemento no les gusta mucho el animal se estresa rápidamente y chilla. Si se coloca a un segundo animal en la otra mitad de la jaula que está seca este abrirá el portón liberando a su congénere mojado tal y como se muestra en el siguiente video.

Sin embargo si la primera rata era depositada en la parte izquierda de la jaula sin contener agua, el segundo animal nunca abría el portón de acceso entre los dos compartimentos. Además, animales que habían sido previamente mojados eran mucho más rápidos y eficaces a la hora de descubrir el mecanismo de apertura de la puerta si el otro roedor se encontraba mojado y chillando. Ello sugiere que las ratas estaban más motivadas para ayudar en base a su empatía y a su propia comprensión del sufrimiento del otro animal.

Por supuesto este tipo de experimentos tienen sus detractores, que argumentan que todo este comportamiento animal puede ser debido, no a empatía o altruismo, sino a que los chillidos de los animales estresados molestan a las otras ratas, que simplemente "ayudan" para no tener que seguir aguantando sus molestas quejas, algo así como apagar el ruido del televisor cuando no nos interesa el programa. Claro que si nos ponemos exquisitos a la hora de juzgar las intenciones de los animales, bien podríamos juzgar de la misma manera los comportamientos humanos porque analizando fríamente la cuestión, cuando damos una limosna a un mendigo en la calle ¿todos los humanos lo hacemos por pura empatía o simplemente porque su visión nos hace sentirnos mal y con un par de monedas se apaga ese molesto "ruido" de nuestra conciencia y así podemos seguir nuestro camino sintiéndonos mejor?

Y si en el caso de la empatía y el altruismo los roedores han puesto el listón muy alto ¿qué pasa con el sentido de la justicia?¿es una característica humana exclusiva que nos eleva por encima del resto de animales u otras especies tienen también programado en su comportamiento el sentido de la equidad? Pues aunque a muchos les pueda sorprender, el concepto de igualdad que santificó la Revolución Francesa en su famosa proclama de tres palabras está codificado en los genes de los primates desde hace millones de años.

Los capuchinos son unos pequeños primates sudamericanos que han demostrado que tienen más que claro el concepto de justicia e igualdad. En un más que llamativo experimento publicado hace algunos años en la prestigiosa revista Nature dos de estos

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simpáticos monitos, que se encontraban en jaulas adyacentes y podían observarse entre sí, fueron adiestrados para entregar una piedra al experimentador y a cambio recibían como premio un rodaja de pepino, fruta que les gusta bastante a estos inteligentes monos. Todo fue orden, armonía y felicidad animal mientras el experimentador cumplía estrictamente su parte del trato: rodaja de pepino a cambio de piedra. Pero después de un tiempo, cuando el experimentador recibió una nueva piedra decidió recompensar al peludo afortunado con una uva, una fruta mucho más dulce que el pepino y que les encanta especialmente a estos pequeños animales (inciso, como a todos los primates, humanos incluidos, que nos pirran los alimentos azucarados como desgraciadamente muy bien conocen y explotan hasta la saciedad todas las multinacionales de la alimentación industrial, ya que incluyen una más que excesiva cantidad de este alimento en todos sus productos casi, casi hasta rebosar). Sin embargo, cuando el segundo monito dio su piedra al humano, este tuvo la desfachatez de "recompensarle" como siempre con otro trozo de pepino. ¿Y cuál fue la respuesta de nuestro pequeño protagonista?

Pues como se puede observar en el siguiente video, este segundo mono (que hasta ese momento había estado más que satisfecho con sus rodajas de pepino) detectó una injusticia manifiesta y un trato de favor más que ofensivo hacia su peludo compañero y, lejos de darse por satisfecho con la ya ahora más que insípida rodaja de pepino, primero mira incrédulo el "regalo", para después enfurecerse (de la manera más justificada por cierto) y lanzar la famosa rodaja de la discordia al más que injusto humano y ponerse a continuación a chillar y a golpear la jaula.

En resumen, que sesudos y más que densos tratados filosófico-teológicos de toda época refutados por unos pequeños y humildes mamíferos peludos.

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