Religión y democracia son totalmente incompatibles puesto que la primera es como un cáncer que se aprovecha y en última instancia devora y anula cualquier tipo de derecho o valor democrático.
Y para muestra un par de ejemplos recientes. El primero viene de la civilizada Suecia en donde los colegios musulmanes practican la segregación por sexos, en donde poco a poco se va inculcando a las niñas que son inferiores a los niños y que su papel es mantenerse en segundo plano y satisfacer las "necesidades" del varón. Luego esas niñas unos años después intentarán ejercer su "libertad" (o más bien esclavitud) religiosa queriendo vestir el burka, bañarse con burkini y por supuesto mutilar genitalmente a sus hijas cuando sean madres.
El segundo nos llega del cristianismo hispano más embrutecido. En México, los fanáticos miembros de la secta de "Nueva Jerusalén" han vuelto a cerrar las escuelas laicas de la localidad ya que "contaminan" a sus hijos con ateas enseñanzas. Y por supuesto que tienen toda la razón, porque la enseñanza debe basarse en educar en la verdad y por tanto, ello choca frontalmente con los estúpidos mitos sobre pecados frutales, nazarenos milagreros y el resto de alucinaciones inventadas por algunos de los más dementes pastores de cabras judíos de la Edad del Bronce, cuentos más que chinos para solaz y deleite únicamente de los menos agraciados intelectualmente miembros de esta especia que tantas veces contradice su denominación, porque de sapiens no tienen nada de nada.
Pero eso sí repitan conmigo: ¡la sacrosanta libertad religiosa es intocable! y debe ser respetada y hasta fomentada, por supuesto hasta que todos acabemos como en la Edad Media o más atrás.