España es una potencia científica media con evidentes claroscuros: se invierte poco en I+D y sin embargo ocupa un lugar más que honroso en cuanto a resultados científicos, aún cuando tiene una ausencia muy significativa de científicos de renombre. Y todo ello es el resultado de una escasa y mala planificación a largo plazo de la política científica española.
Atendiendo a las cifras, España ocupa el puesto número quince de las naciones del ranking mundial en cuanto a dinero total invertido en I+D, detrás de los países más desarrollados de siempre e incluso tras algunas de las economías emergentes como India o Brasil, siendo más que llamativo que naciones como Taiwán casi doblen el presupuesto de investigación hispano.
Si se analiza la inversión en I+D respecto al PIB la situación pasa a ser desoladora: España ocupa el número 29 por detrás de países como Eslovenia, Chequia, Estonia, Hungría o incluso nuestro vecino Portugal.
Sin embargo a la hora de resultados España ocupa el más que honroso décimo lugar en cuanto a producción científica medido como número de publicaciones en revistas internacionales, dándose la sorprendente paradoja de que mientras según datos oficiales la inversión en I+D ha caído en los últimos años un más que doloroso 33% desde sus máximos del ejercicio 2009
la producción científica no ha parado de crecer año tras año tal y como lo atestigua la siguiente figura.
¿Y cómo es posible este sorprendente milagro que hace las delicias del Ministerio de Economía y que justifica todos los recortes realizados en los últimos años? porque si con cantidades de dinero cada vez más menguantes se obtienen mejores resultados ¡dejemos de invertir en I+D y nuestros científicos conseguirán todos los Premios Nobel de la siguiente década!
Pues este espejismo, que por supuesto si se eternizan los recortes no puede continuar, es debido a una mezcla de factores. El primero de ellos es que en general la ciencia es una actividad a largo plazo: se crea un laboratorio, se forma personal y los resultados no aparecen de un día para otro, sino que muchas veces deben pasar años y años hasta conseguir esas tan ansiadas publicaciones. Es decir, que ahora en España se están recogiendo los frutos de la inversión de hace 3, 5 o incluso diez años. Por lo que por esa misma lógica dentro de un lustro o una década se observará con sorpresa (independientemente de la inversión en ciencia de ese momento) que nuestra producción científica disminuirá alarmantemente y o mucho me equivoco que caerán rayos, truenos y centellas sobre nuestro más que sufrido cuerpo investigador por esos más que mediocres futuros rendimientos. Pero claro, eso que le puede importar ahora mismo al Ministro de Economía Sr. Montoro del que depende por cierto directamente la investigación española, hecho que dice mucho (y nada bueno) de la escasa estrategia inversora y nula capacidad de planificación de nuestros actuales gobernantes.
Y el segundo y más fundamental elemento es la propia estructura del tejido investigador español. Los países con mayor tradición científica del mundo poseen los laboratorios en donde el personal con experiencia tiene una presencia notable: no hace falta más que visitar esos grupos de investigación punteros de medio mundo en donde un jefe dirige el trabajo de 6 ó 10 investigadores, casi todos ellos doctores con diverso grado de experiencia (desde los recién doctorados a aquellos que acumulan lustros como doctores) y en donde muchas veces no existe casi ni un estudiante predoctoral es decir, grupos en donde todo (o casi todo) el mundo es autónomo y competente. En España sin embargo la situación es totalmente diferente: la inmensa mayoría de los laboratorios de investigación están formados por un jefe y uno o varios estudiantes, algunos de ellos todavía cursando su carrera universitaria, otros realizado sus trabajos de Grado o de Máster (todos ellos por supuesto sin cobrar ni un duro) junto con algún que otro licenciado realizando su tesis doctoral que en el mejor de los casos disfruta ¡nunca mejor dicho, puesto que cobra! de una beca o contrato de 3-4 años y en donde la presencia de postdoctorales es una rara avis cuando existen. De tal manera que mientras en los laboratorios del extranjero cuando un jefe contrata a nuevo personal, este al haber terminado su Tesis Doctoral puede empezar a trabajar rápidamente de manera autónoma en el proyecto encomendado, en los grupos de investigación españoles la nueva adquisición (que generalmente no sabe ni coger una pipeta) necesita un arduo entrenamiento por parte del jefe, del postdoctoral de turno cuando existe o del estudiante que en ese momento esté más avanzado en su Tesis Doctoral, que ya va teniendo su experiencia.
Esta estructura investigadora española tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La gran ventaja es para los presupuestos del estado, ya que con el sueldo de un jefe (que no es para tirar cohetes) y con una beca o contrato (muchas veces de miseria) para uno o dos predoctorales se consigue (con el esfuerzo y la ilusión de todos los integrantes) un grupo de tamaño medio formado por 4-6 personas que intentan suplir todas las carencias del sistema y que mantienen la alta productividad relativa del sistema científico español antes mencionada. Y por supuesto este precario laboratorio con un poco de dinero adicional de proyectos tiene que competir a nivel mundial con esos grupos formados por un jefe y media docena de expertos doctores, laboratorios que casi siempre tienen además la inestimable ayuda de uno o varios técnicos especializados (personal por otra parte prácticamente ausente en España) junto con una más que generosa financiación vía proyectos.
Pero esta estructura científica tan barata tiene claros inconvenientes a largo plazo, ya que estos laboratorios hispanos están siempre (cual roedores girando en su rueda) volviendo al punto de partida cada vez que un estudiante, que durante años se ha formado en el grupo investigador (muchas veces desde su lejana etapa de Grado) con gran esfuerzo para todos, lee su Tesis Doctoral y hace las maletas para buscar nuevos y más acogedores horizontes, justo cuando empezaba a ser verdaderamente productivo y autónomo dentro del grupo. Y por supuesto este flamante doctor español con su título todavía caliente bajo el brazo, y muchas veces con un más que honroso currículo de una o varias publicaciones científicas de primer autor en revistas de calidad internacional, es muy apreciado en esos potentes grupos de investigación estadounidenses, alemanes o ingleses que únicamente quieren investigadores ya formados y productivos (nada de perder el tiempo enseñando durante años a estudiantes) para incorporarlos inmediatamente a sus plantillas. Porque en el extranjero saben de nuestras carencias y penurias, y si un doctorando español ha sido capaz de firmar como primer autor un par de "papers" en una revista del famoso primer cuartil de su especialidad con los cuatro duros que se sabe tienen los grupos de investigación en España, esos jefes extranjeros juegan sobre seguro y apuestan a que allí, en su país con muchísimos más medios económicos, logísticos y técnicos nuestros recién doctores hispanos acabarán realizando una más que productiva función. Luego ese sistema, perfectamente pensado para obtener resultado a largo plazo, pasados unos años sólo tiene que seleccionar entre todos los investigadoras que han acogido como postdoctorales a aquellos más brillantes o con mayores resultados para ofrecerles un puesto de jefe de grupo junior, que debidamente financiado y cuidado puede acabar dirigiendo con los años uno de esos grupos de excelencia con media docena o incluso diez o doce postdoctorales llegados de todo el mundo y hacer esos tan llamativos descubrimientos que luego serán portada de "Nature" o "Science" y quizás merecedores del Premio Nobel algún día.
Y mientras tanto ¿qué ofrece el sistema científico español? pues después de la Tesis, poco o nada y si alguno de estos doctores acaba volviendo al país y consiguiendo una plaza de investigador (tras lustros de peregrinaje por diferentes laboratorios de medio mundo) en el cada vez más reducido panorama científico español, pues ya sabe que se convertirá en el "líder" de un grupo de estudiantes que en su gran mayoría acabarán ingresando la filas de laboratorios de investigación suizos, suecos, holandeses, franceses y anglosajones varios.
Y esta casi sisífica política científica que era hasta ahora la norma con los estudiantes españoles, ha dado una nueva vuelta de tuerca con la reciente convocatoria de contratos predoctorales de La Caixa y la Unión Europea, en donde por valor de 4,7 millones de euros vendrán próximamente a España 57 estudiantes extranjeros a hacer su Tesis Doctoral en algunos de los mejores laboratorios patrios. Estudiantes que tras el arduo esfuerzo de ser formados volverán a sus países de origen a compartir laboratorios con sus equivalentes españoles para producir de manera inmediata conocimiento (y riqueza) gracias a la más que generosa y desinteresada formación que recibieron en España a cargo de los siempre sufridos científicos residentes en Madrid, Barcelona o Murcia.
En resumen, que está muy clara cuál es la función de la investigación en España: formar profesionales altamente cualificados que luego rendirán sus frutos en países mucho más ricos y más desarrollados que esta castigada piel de toro, perpetuando la secular sangría de talento investigador tan característica de estos lares.
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