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La epilepsia es una enfermedad provocada por un desequilibrio en la actividad eléctrica de las neuronas de diversas partes del cerebro, que provoca convulsiones recurrentes de diversa naturaleza. Así las crisis epilépticas son eventos súbitos, transitorios y de corta duración, que en los casos más llamativos implican pérdida de conciencia y movimientos convulsivos. Es por ello que esta enfermedad es más que conocida desde la más remota antigüedad, y como el paciente que padece una crisis epiléptica parece no obedecer a su dueño sino a una "voluntad" ajena, históricamente en algunas culturas se consideraba un castigo divino o una obra de demonios. Sin embargo, en otros pacientes los ataques epilépticos son mucho más suaves, con moderada alteración de la conciencia y menores movimientos convulsivos, pero en donde los desequilibrios neuronales de ciertas regiones del cerebro producen 
Y esta asociación entre epilepsia e hiperreligiosidad reconocida científicamente desde hace décadas, lejos de ser una reminiscencia del remoto pasado superada en la materialista y descreída sociedad occidental, se mantiene incólume a día de hoy incluso en la capital de mundo, la cosmopolita ciudad de Nueva York. Allí recientemente un varón de 40 años de edad, con diagnóstico previo de epilepsia del lóbulo temporal, llega a urgencias hospitalarias después de tres días de graves alteraciones en su estado mental. Durante el examen médico el paciente se muestra poco cooperativo y se enfrenta en reiteradas ocasiones al personal sanitario puesto que el enfermo
Estaba constantemente haciendo observaciones religiosas, diciendo "Dios está conmigo y no necesito médicos o medicamentos." Él interpretaba cada pregunta que se le hacía como un cuestionamiento su fe, e incluso a veces intentó convertir al Islam a los médicos y al resto del personal que le trató. Creía que todos a su alrededor trataban de impedirle obtener la salvación.

De todas formas, aunque presentaba evidentes delirios religiosos algo en su interior hizo que el paciente se mantuviera atado a la razón, ya que aunque se negó a recibir medicamentos por vía intravenosa (puesto que creía que eran venenos antirreligiosos) pudo ser convencido de retomar sus medicación original, que había abandonado en los últimos días, de tal manera que tras la vuelta al tratamiento farmacológico los síntomas desaparecieron y el paciente recuperó la normalidad, siendo posteriormente dado de alta.
Ahora bien ¿Qué hubiera pasado si este enfermo hubiera vivido en el depauperado Tercer Mundo sin acceso alguno a médicos y medicinas? ¿O si su mujer no se hubiera asustado de su mesianismo religioso de los últimos días y en lugar de llamar a una ambulancia hubiera sido una buena musulmana sumisa y devota, de esas que viven encarceladas dentro del burka tanto físico como mental del patriarcado y el fanatismo islámico? ¿O si el matrimonio hubiera vivido en Arabia Saudí, Irán o Afganistán y no en Nueva York? Lo mismo la pobre mujer hubiera acabado lapidada por haberse rebelado ante los designios de Alá y enfrentarse tan impíamente a la admirable devoción de su más que evidente santo esposo (y no olvidemos) dueño y señor.
Pero es más, este caso en casi cualquier momento de la Historia podría haber dado lugar a la aparición de un nuevo profeta independientemente de la secta en particular,
Y aunque sólo sea un ejercicio de ucronía, finalmente sólo queda plantearse como sería el mundo en la actualidad si esas "grandes" figuras de la fe (y de la locura) hubieran sido adecuadamente tratadas y medicadas en su momento.
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