En los últimos siglos el espectacular desarrollo de la medicina ha sido capaz de mejorar casi de manera increíble la calidad y la esperanza de vida de las personas (al menos de los privilegiados habitantes del mundo desarrollado) gracias al pensamiento racionalista y a la aplicación sistemática del método científico. Así, todas las disciplinas médicas han ido abandonado los viejos modos de pensamiento irracional basados en la superstición tanto religiosa como secular, y al concentrarse en una visión materialista de la anatomía, la fisiología y la patología han permitido identificar, clasificar, tratar, paliar y muchas veces curar gran parte de las casi infinitas dolencias que acompañan al ser humano a lo largo de su vida. ¿Todas? Pues aunque pueda parecer sorprendente parece ser que no ya que existe una especialidad médica que, al estilo de esos irreductibles galos de la famosa aldea de la Bretaña, intenta resistirse a los todopoderosos envites del malévolo Imperio Científico utilizando ¡agárrense porque no es broma! las terapéuticas armas que le proporciona la Santa Madre Iglesia, estamos hablando de la Psiquiatría.
Porque sólo desde una disciplina médica que tolera, si es que no fomenta, la más disparatada superstición medieval puede entenderse que un psiquiatra como el Dr. Jose Miguel Gaona, que su según su propio CV es un profesional capacitado y con cierto prestigio, pueda aparecer en un programa televisivo como ”Cuarto Milenio” y soltar sin rubor, vergüenza ni atisbo de la más mínima ética profesional la sarta de sandeces oscurantistas, medievales, anticientíficas y supersticiosas que a continuación les voy a detallar. Y lo más increíble del caso es que no se haya formado de inmediato un comité deontológico en el colegio profesional correspondiente para apartar del ejercicio de la medicina a una persona como ésta, capaz de defender en público que en algunos casos no sólo es adecuado, sino hasta recomendable que pobres enfermos psiquiátricos caigan en manos de alucinados sotanados (individuos estos últimos que deberían estar bajo estricto tratamiento médico) para “expulsarles” los demonios, siguiendo la “científica” tradición instaurada por un pobre nazareno demente allá por el siglo I de nuestra era, cuando según las crónicas despeñó por un acantilado una piara de cerdos endemoniados.
Entrando ya en detalle, la entrevista comienza cuando el incalificable presentador del programa informa que nuestro psiquiatra ha acudido al ya tristemente famoso curso de exorcismos que cada año se celebra en Roma, pero por supuesto no se imaginen que este profesional acudió al evento para estudiar y comprender uno de los fenómenos médicos de la psiquiatría más interesantes de la actualidad: cómo individuos (en principio) normales pueden creer en posesiones demoniacas de casas, animales y personas. No señor, para que no quede duda alguna de las intenciones de nuestro médico desde el primer momento deja claras sus preferencias.
Así nuestro protagonista que primero se define como creyente y parece ser que a partir de ahí bloquea su cerebro, anula su espíritu crítico (si es que alguna vez lo ha tenido) y la más mínima capacidad de raciocinio, cae rendido (pero por supuesto feliz) a los pies de los participantes de este “congreso” chamánico, porque sólo a alguien muy descreído y malévolo (en resumen: un ateo) se le puede ocurrir que gente preparada cuando no erudita, con no una sino dos carreras universitarias pueda no decir la verdad ¡impensable! o no ser más que un simple que ve sólo lo que quiere ver. Si estos “eruditos” afirman que las leyes físicas (por ejemplo la de la Gravedad) se violan cada dos por tres cuando el Maligno anda por medio, pues no queda más remedio que creer en su “experto” criterio, y todo lo más enviar una carta a las revistas Science y Nature para que publiquen sendos editoriales informando a la comunidad científica en particular, y a la ciudadanía en general de que a partir de ahora el nuevo enunciado de la Ley de la Gravitación Universal pasa a estar expresado en dos partes:
1.- En ausencia de íncubos, súcubos y demás demonios, la fuerza ejercida entre dos cuerpos separados una distancia determinada es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia.
2.- En caso de presencia maléfica, la fuerza ejercida entre dos cuerpos, calculada como en el primer apartado, se dividirá por el cuadrado de la jerarquía demoniaca presente.
para que así conste en los libros de texto tanto escolares como universitarios.
Y volviendo al tema, el entrevistador pregunta a nuestro médico si en su experiencia ha encontrado evidencias de “cosas” que no son patologías psiquiátricas, y aquí nuestro profesional (que también parece experto en cuestiones teológicas) nos informa de un debate “intelectual” dentro de la curia romana sobre la existencia o no de posesiones demoniacas y ¡agárrense!, porque este “profesional” (en activo, no lo olvidemos) se desmarca con esta antológica frase digna de un inquisidor medieval:
Afortunadamente me da la impresión de que están ganando los partidarios del exorcismo
¡Menos mal! ¡Líbrenos Dios de que el Maligno en su infinita maldad confunda a la Santa Curia Vaticana con sus demoniacos engaños! Sólo por esta execrable frase, llena del más ignorante pensamiento, este individuo debería haber perdido su licencia médica con carácter inmediato e irrevocable.
La siguiente pregunta sobre qué le ha impactado más a nuestro psiquiatra de esos sorpréndentes testimonios no puede ser más esclarecedora.
Dejando de lado que este individuo considere lo más normal del mundo que sean los propios psicólogos y psiquiatras los que envíen a sus pacientes, contraviniendo cualquier código deontológico y ya de paso la más mínima ética, a que “expertos” en una absurda e irracional invención perpetrada por unos pobres analfabetos de la lejana Edad del Bronce utilicen terapias tan avanzadas como la “imposición de manos”, borrando de un plumazo tres o cuatro siglos de Ilustración y conocimientos científicos, lo que más me sorprende (y sobre todo me indigna) es el ignorante servilismo mental de este pobre individuo ante un hechicero del tres al cuarto, que dice “expulsar demonios” de animales y casas, casi como si de okupas se tratara.
¿Y qué me dicen de su frase final de que la posesión demoniaca es una actividad “contranatura”? No me digan que si no supieran quien es el cateto que está diciendo esta sarta de barbaridades y sandeces no pensarían que están oyendo a un cura de pueblo del siglo XVIII o del XI.
Y nuestro psiquiatra ya rendido al fenómeno, cual acólito de la secta, pasa a continuación a relatar los supuestos casos de personas que hablan lenguas que desconocen o de adolescentes que levantan a sacerdotes en mitad del exorcismo:
Y lo más increíble del caso es que como ni él ni un editor de una famosa revista científica ¡pero es que se han vuelto todos locos! son incapaces de encontrar una explicación racional, pues entonces eso debe ser una prueba de que algo inmaterial (y sobre todo maligno) es el causante de los supuestos (no lo olvidemos) fenómenos “extraordinarios”. ¡Y a tomar vientos siglos de racionalidad y método científico!.
Y a continuación otra muestra más de gozoso servilismo de nuestro psiquiatra cristiano ante los terribles peligros que deben afrontar esos “luchadores del bien” que son los exorcistas, titulados y nombrados, eso sí (que no vale cualquiera) por el obispo de turno. Entonces yo ya me quedo mucho más tranquilo.
Y depués ya desatado en su desatino cristiano, nuestro psiquiatra hace una encendida alabanza y justificación de la necesidad de la existencia de los exorcistas, para que las fuerzas del mal no venzan.
No me digan que no es directamente patético lo de este servil psiquiatra.
Y ya para terminar (y para que quede meridianamente claro) nuestro psiquiatra nos informa que hay personas “normales” de países católicos como Italia que son “victimas y pasto” de las sectas satánicas, porque por supuesto parece ser que en su “profesional” criterio no es para nada comparable creer en Satán que en ese colérico Iahvé en cuyo nombre se han producido, y en algunos casos todavía se producen, las mayores barbaridades imaginables. Sólo falta que nuestro psiquiatra cristiano, tan concienciado él, consiga que las creencias distintas al tan “normal” (y por tanto sano) catolicismo sean consideradas enfermedades mentales, tratadas en los hospitales y que en caso de no poder ser “curadas” con esa siempre deficiente medicina científica, el “paciente” fuera derivado inmediatamente al exorcista de guardia, cuya presencia parece ser no sólo necesaria, sino imprescindible en cualquier hospital que se precie.
Y ahora la pregunta que se plantea después de toda esta exhibición de despropósitos es si este hombre está capacitado para ejercer la medicina del siglo XXI, ya que muy probablemente en cuanto reciba a algún paciente “extraño”, cuyo comportamiento no pueda explicar dentro de su contaminada (y por tanto limitadísima) mente cristiana, lo va a enviar ipso facto a un hechicero con alzacuellos para que mediante la “imposición de manos”, el recitado en latín de las “Sagradas” Escrituras, los baños de agua bendita y demás “tratamientos” avanzados el demonio de turno abandone a su inocente víctima.
En resumen, ¿una sociedad desarrollada de este siglo XXI se puede permitir la criminal irresponsabilidad de poner en manos de este tipo de chamanes con bata blanca la salud y la vida de personas especialmente vulnerables, como son los enfermos psiquiátricos? Es más, ¿cómo este tipo de individuos pueden acabar siquiera aprobando la carrera de medicina, cursar el periodo de residencia y terminar con un flamante título de médico psiquiatra sin que nadie se de cuenta del despropósito? Porque es más que evidente que algo ha fallado en el largo y tortuoso (pero por lo que se ve muy deficiente) sistema de preparación y selección del personal médico en España.
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La primera gran virtud del hombre fue la duda y el primer gran defecto la fe (Carl Sagan)