Esta semana, la Corte Constitucional reiteró que las mujeres trans no deben prestar servicio militar obligatorio:
[L]a Corte Constitucional aclaró que las mujeres transgénero no son destinatarias de las reglas que rigen el servicio militar obligatorio. Eso implica que no tienen el deber de servir de reclutas en las Fuerzas Armadas si no lo desean.
Ante la Corte Constitucional fue radicada una demanda que buscaba que se declararan inconstitucionales varias de las reglas que regulaban la prestación obligatoria del servicio militar.
Para los accionantes, era necesario retirar del ordenamiento estas normas por considerar que ninguna de ellas establecía un tratamiento especial para las mujeres transgénero.
Los demandantes temían que por la aplicación de estas disposiciones, las personas con esta condición estuvieran obligadas a enlistarse en las Fuerzas Militares, pese a autodefinirse como mujeres y reñir con la posibilidad de asumir la vida militar.
¿Ser mujer riñe con la posibilidad de asumir la vida militar? ¿Por qué? Por criterios machistas propios de siglos pasados. No existe ninguna razón biológica por la que ser mujer riña con la vida militar — de hecho, la sola idea es una ofensa para todas las mujeres empoderadas que han hecho carrera en el Ejército. O, acaso, ¿por qué ser hombre sí es adecuado para la vida militar?
El problema, claro, no es con las mujeres ni los trans. El problema es con la obligatoriedad del servicio militar que, de por sí, ya está mal, y empeora cuando se empiezan a hacer distinciones de sexo para obligar a prestarlo.
No es la primera vez que los derechos de los trans ponen de manifiesto políticas sexistas y desiguales, que conceden privilegios, obligaciones y derechos según rasgos biológicos — y la mejor solución sieeeeempre será la misma: dar a todos los mismos derechos sin distinciones de sexo o género (o color de piel).
(imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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por David Osorio. Página racionalista, atea y escéptica, que promueve la ciencia, la divulgación científica, la razón y los derechos humanos