Los cristianos se sienten muy orgullosos de sus creencias, a las que consideran no sólo respetables sino dignas de la mayor consideración y admiración por parte de todos los demás ciudadanos. Pero todo ello está basado en el desconocimiento de su libro más sagrado. Así que cuando se les enfrenta con la esencia de sus dogmas, la sorpresa y también la vergüenza se hace palpable en sus rostros y sólo quedan las interesadas justificaciones.
Fuente
Diario de un ateo
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